domingo, 2 de noviembre de 2014

'Con otra luz.'


Vivir bajo la influencia de un tremendo despiste nos genera a los que los que lo sufrimos bastantes inconvenientes tanto propios como para los nuestros.  

No son pocos los momentos del día en los que tu cabeza por alguna extraña programación neurológica que se me hace inescrutable, desconecta durante un instante y como si de un ordenador se tratara ‘reinicia’ tu ‘sistema operativo’.

Intentando ser algo más poético a esos momentos prefiero llamarles ‘soñar despierto’.

Afortunadamente esas exóticas ausencias también tienen su lado bueno por, al menos en mi caso, percibir con gran riqueza de detalles todo lo que me rodea, pero sobre todo percibir siempre como si fuera la primera vez la belleza de cualquier cosa o lugar aun siendo muy cotidiano.

Supongo que cualquier amante de la fotografía, pintura o poesía sabrá a lo que me refiero.

Esta noche por ejemplo a la vuelta de un paseo nocturno por un paseo marítimo de Los Narejos casi desierto he vuelto a vivir por una de las avenidas principales la extraña sensación de estar inmerso en una fotografía. Fantaseando con el hecho de que sin nadie que observe no hay tiempo que transcurra o suceso que se dé, me encanta disfrutar de esos momentos tan míos.

Pero sin embargo hoy había algo diferente que alteraba sustancialmente la experiencia de deambular por ese instante congelado imaginario.

No he tardado en darme cuenta que han cambiado las luminarias de toda la avenida. Incluso conservando los antiguos báculos, la nueva iluminación LED imprime a todo el vial una luz fría que contrasta con la antigua y cálida iluminación amarilla de todo el paseo.

Como si fuera forastero en mi tierra, tendré que acostumbrarme hasta la primavera…

miércoles, 15 de octubre de 2014

''Eligiendo los yogures.''

           Desde pequeño siempre me encantaron las revistas y los libros de divulgación científica, sobre todo los artículos que hablaban de lo extraordinariamente grande como planetas y galaxias, o de lo increíblemente pequeño como átomos y quarks.

De esto último, la física cuántica, intentaba extrapolar algunos fenómenos a la escala de mi mundo y además de sufrir vértigo mental, ocurrían cosas muy extrañas como en el de Alicia en el País de las Maravillas. A pesar de ello había ideas que me parecían muy interesantes como la de que por el simple hecho de contemplar la realidad, alteramos su estado.

Sin ánimo de confundiros con ejemplos que os puedan parecer exóticos de lo que comento, hay uno que me gusta desde hace años: imaginad que tenéis que medir la temperatura del agua de una piscina con un termómetro convencional. En sentido estricto, lo que vais a poder medir es una especie de media ponderada entre la temperatura inicial del termómetro y la del agua. Pensaréis que siendo la masa de agua muy superior a la del termómetro la diferencia va a ser insignificante y así es, pero imaginad por un momento  que el termómetro es muy grande, hay poca agua, siendo además las diferencias de temperaturas iniciales considerables. Las cosas comienzan entonces a distorsionarse más de lo aceptable quizás.

Os comento todo este rollo introductorio porque en la compleja época que nos está tocando vivir, por primera vez en la historia tenemos acceso en tiempo real a noticias ocurridas en cualquier parte del planeta, lo cual presenta no pocas ventajas e inconvenientes difíciles de digerir con la misma rapidez que se ponen de manifiesto.

Así, uno de los aspectos positivos de la tecnología es la posibilidad de denunciar injusticias sociales, religiosas, políticas o económicas allí dónde suceden, haciendo que algunos de los colectivos responsables, iluminados por un repentino interés por la ética y la transparencia hagan acto de contrición y se autoimpongan severos reglamentos para evitar que determinadas conductas reprobables vuelvan a repetirse.

Sin embargo entiendo también que al igual que cualquier poder conlleva una responsabilidad, siendo termómetro virtual de todo cuanto ocurre, los ciudadanos como opinión pública también tenemos cierta obligación de hacer un ejercicio responsable al dejar constancia de nuestras opiniones sobre la actualidad, cualesquiera que sean los medios. Más que nada para evitar una espiral retroalimentada de desinformación, confusión y caos que en la mayoría de los casos a nadie beneficia por hacer indistinguible la temperatura de los hechos con la de las opiniones en muchos casos irreflexivas, destructivas y condenatorias del tipo que sean.

En particular, me refiero a que asumiendo que la actualidad sucede a un ritmo vertiginoso con una velocidad muy superior a nuestra capacidad para formarnos una opinión propia de casi cualquier tema, al menos con ciertos sucesos sensibles deberíamos darnos  al menos un par de días para analizar lo que ocurre. Me incomoda bastante cuando se da un suceso improbable de alto impacto, contemplar por ejemplo en redes sociales un número ingente de documentos de opinión claramente sesgados, que no han sido reflexionados (ni en muchos casos leídos) por quien los comparte. Y es que en el mundo en el que vivimos resulta infinitamente más fácil suscribir la opinión de un tercero (con independencia de su rigor) que formarnos la nuestra.

No deberíamos subcontratar nuestro pensamiento en paquetes completos sesgados como quien se tiene que llevar los yogures de plátano junto con los de fresa por ser packs indivisibles en el estante del supermercado.

Pensemos por ejemplo antes de compartir la información de un tercero sobre algo de rabiosa actualidad (suponiéndola veraz), si podríamos mantener nuestra opinión dentro de un periodo de tiempo razonable (por ejemplo un año) con independencia de los hechos que vengan después y que a buen seguro la pondrán a prueba.

También si en una imaginaria ‘cata ciega’ de opinión, la mantendríamos o atacaríamos sin saber antes de qué organización económica, política o religiosa proviene.

O si  es suficiente para validarla que se sostenga una postura parecida en otro país, aunque sea el mismo al que recurrimos para invalidar otras cuando nos conviene.

Y finalmente si una persona concreta, o incluso un hecho que implique a muchas, son suficientes para invalidar una idea.


Fuente Wikipedia


“Las grandes mentes discuten ideas. Las mentes promedio discuten eventos. Las mentes pequeñas discuten personas” – Eleonor Roosevelt

domingo, 21 de septiembre de 2014

'¿Sólo un juego?'

     Aún con menos tiempo disponible del que me gustaría, llevo un par de años simultaneando la lectura de novelas con la de  ensayos que me ayuden a entender en mundo en el que vivo.

    No sabría concretaros exactamente la temática de algunos, creo más bien que son multidisciplinares, si bien todos suelen incluir entremezcladas ideas filosóficas, sociológicas, antropológicas, económicas y también relacionadas con la psicología e incluso con el marketing.

       El último de los libros de esta temática tan variada con el que estoy es la ‘La tabla rasa.’ (S. Pinker). Debido a su profundidad y extensión, y al escaso tiempo que le dedico, voy más lento de los que me gustaría, pero habiendo pasado  la mitad de sus más de seiscientas páginas os puedo asegurar que es una obra magistral sobre la naturaleza humana, pues recopila, analiza y en algunos casos desmitifica los múltiples puntos de vista que a lo largo de los siglos hasta la actualidad han ido aportando filósofos, antropólogos, economistas, políticos, neurocientíficos e incluso hasta dictadores genocidas.

      Esta mañana leía unas páginas de esta obra sobre el altruismo y me ha llamado la atención como explicaba a través de los estudios de algunos economistas conductuales, algo que muchos de nosotros intuimos y es que la inmensa mayoría de las personas ni somos los egoístas inmorales que comportándose en base a intereses individuales hacen funcionar el mercado estrictamente según oferta y demanda, ni tampoco en el otro extremo encajamos bien en un modelo comunista en el que todo es de todos.

      Lo explicaba con cuatro juegos desarrollados para estos estudios en los que os animo a participar a través de vuestros comentarios:

  1. El juego del Ultimátum: Consigues una gran suma de dinero que debes repartir con otro participante. Puedes repartir a tu criterio pero si el otro rechaza su parte, los dos os quedáis sin nada. ¿Cuánto le darías?
  2. El juego del Dictador: Igual al anterior, pero el otro jugador nada puede hacer ante lo que reciba. ¿Cuánto le darías?
  3.  El juego del Doble ciego del Dictador: Igual que el anterior, pero se esconden las propuestas de muchos jugadores, y ni los organizadores del experimento ni los que reciben saben cuánto ofreció cada uno de ellos ni de quién han de recibir. ¿Cuánto darías?
  4. Finalmente, está el juego del Bien Público: todos los jugadores hacen una aportación anónima y voluntaria a un bote de dinero común; en este caso quien realiza el experimento lo dobla y el bote se reparte a partes iguales entre los participantes, cualquiera que haya sido su aportación. ¿Cuánto aportarías?

 Espero que os hayan parecido interesantes esto juegos, y en función de vuestro interés, en unos días desarrollaría tanto el comportamiento de los participantes en de estos estudios como las  conclusiones académicas a las que se llegaron y las implicaciones sociológicas y políticas que tienen.




EDITADO: Los tres primeros juegos conductuales se podría decir que estudian comportamientos individuales para determinar aspectos concretos en relación con el altruismo a nivel individual.

Así, en el primero de ellos la mayoría de las personas ofrece una cantidad inferior a la mitad, que sería la cantidad que tiene unas posibilidades muy altas de ser aceptada por el contrario. De esa cantidad que ofrece una parte está relacionada con el miedo a ser rechazada por el contrario como represalia por recibir una cantidad sensiblemente  inferior a la que recibió el participante.
Si se descuenta el miedo a la represalia entramos en el segundo juego, en el que el posible receptor no tiene capacidad de decisión alguna y por tanto el jugador tiene control total sobre las consecuencias de su decisión. En este caso y como es de esperar, la cantidad media que se ofrece es  inferior a la primera. De esa parte que se ofrece hay una parte que está relacionada con la imagen que puedan tener de nosotros tanto el entrevistador como el posible receptor.

Finalmente, y ya bajo el anonimato, como es de esperar, se comprueba en los experimentos que las cantidades se reducen drásticamente de media.

Los que separa a esas cantidades de ser cero  está relacionado con nuestro altruismo  podríamos decir ‘natural’o intrínseco.

El último de los juegos tiene una naturaleza algo distinta y tiene que ver con nuestro altruismo pero en relación con la organización social a la que pertenecemos. En este juego la estrategia colectiva óptima es aportar todo lo que tenemos, pues si todos los participantes se comportan igual, se dobla la totalidad de los bienes del conjunto de los participantes.

Sin embargo la estrategia individual óptima es no dar nada y esperar recibir nuestra parte una vez que se doblen las aportaciones de los demás, circunstancia que bajo el anonimato es fácil que se dé. Adicionalmente, la decisión de aportar muy poco sobre lo que se tiene o nada puede obedecer también  a otro enfoque particular en el caso de una persona que posee mucho más dinero que las demás, si lo aporta todo, aun cuando los demás hicieran lo mismo, al recibir su parte de repartir a partes iguales lo doblado entre todos podría recibir menos de lo aportado. Ambas circunstancias podrían explicar por qué en organizaciones sociales incluso con economías muy intervenidas en lo que se refiere a políticas redistributivas de riqueza, las personas ( en su ‘holgazanería social’ según la denominan los psicólogos sociales) no se esfuerzan al máximo (en el juego de la cuerda tiran menos de lo que lo harían individualmente, o ante una ovación pública aplauden con menos gana) con independencia de que tengan mucho o poco.




domingo, 31 de agosto de 2014

'Agárrate que vienen curvas.'

             Con el paso de los años, nunca terminas de estar seguro de si esta actitud vital de vivir analizándolo todo es un premio o un castigo, pero al final terminas dándote cuenta de que es inútil imaginarte sin hacerlo porque con la pérdida de algo tan íntimo,  serías entonces otra persona.
           
En mi época de estudiante, esta forma de ser tenía sus ventajas, por ser mucho más fácil asimilar algo que has entendido aunque fuera incluso bibliografía técnica. Me viene a la memoria por ejemplo, que en la normativa para el diseño de carreteras te limitaban la longitud máxima de las rectas a intercalar entre las inevitables curvas, y también la relación entre los radios consecutivos de éstas últimas. Me resultaba entonces mucho más fácil para memorizar que se debían evitar las rectas largas para que el conductor no redujera su nivel de atención ante la conducción y que, intercalar después de forma súbita una curva cerrada (de pequeño radio) sin antes pasar por una más amplia, como si de un garrote de caramelo se tratase, podía aumentar sensiblemente la accidentalidad creando un punto negro.
           
Viviendo en un permanente (y muchas veces involuntario) escrutinio de todo lo que te rodea resulta difícil aburrirte, pero si incluso la apasionante y a la vez dramática época de cambio que nos toca vivir no resulta suficiente, siempre está ahí el eterno comodín de la especulación sobre el futuro, cuestión muy interesante además de para reflexionar sobre ella, también para compartir unas cervezas.
           
Normalmente lo que ocurre al tratar este tema con amigos soñadores como los lectores de este blog, surge una tormenta de ideas aparentemente inconexas o contrapuestas, que en medio de una animada charla no siempre es fácil conectar o reconducir, algo que sin embargo resulta más fácil por escrito.
           
Al hablar el progreso, la cuestión estrella, hay un consenso generalizado acerca de que estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad, por tener acceso a productos y servicios (sanitarios, educacionales o asistenciales), que han hecho que se haya duplicado la esperanza de vida en el último siglo y que siga aumentando a un ritmo de dos años y medio por década. También en contra de la intuición, parece ser que estamos viviendo la época con los índices de violencia en mínimos absolutos. Puede parecer un contrasentido esto que afirmo, no ya por la inevitable comparación entre países desarrollados y el resto, sino incluso en nuestro propio país, donde parece que día a día  aumentan las desigualdades sociales; y sin embargo no son en absoluto hechos incompatibles.
           
Imaginad a dos coches recorriendo una carretera diseñada con las pautas generales que os he comentado antes, con rectas no demasiado largas, y curvas de diversos radios que aumentan o disminuyen gradualmente; el primero de ellos es relativamente nuevo y potente, además de ir cargado de combustible, mientras que el segundo es viejo, de prestaciones convencionales y además no va sobrado de combustible. A priori, ambos coches avanzan en una marcha a distintas velocidades, por lo que inevitablemente la distancia entre ellos es variable,  y aumenta especialmente en las curvas, donde al motor del segundo por su menor potencia y carga de combustible le cuesta más obtener potencia extra para salir de la curva; por el contrario en alguna de las rectas, algunas veces el segundo vehículo puede recuperar algo de la distancia perdida frente al primero. No cuesta demasiado extrapolar el primer coche a las naciones o colectivos ricos y desarrollados, el segundo al resto de colectivos, las rectas a los periodos de paz y crecimiento económico, y  finalmente las curvas a las crisis.
           
Incluso con una visión tan simplificada del progreso, es inevitable pensar en qué se basa, lo que conduce indefectiblemente a pensar en materias primas procedentes de la minería, en las áreas cultivables a nivel mundial, las destinadas a la ganadería, y en última instancia, al consumo de energía global. Es entonces cuando a nadie se le escapa que no se puede sostener un crecimiento indefinido basado en recursos claramente finitos. No pretendo escribir aquí una entrada apocalíptica, pero al menos sí sembrar la duda acerca de si el modelo capitalista basado en un consumismo desaforado es sostenible. Los defensores del modelo actual argumentan que siempre habrá un salto tecnológico que aumente increíblemente la eficiencia en el uso de los recursos, pero aunque no me cabe duda de que la tecnología conseguirá logros increíbles a día de hoy en las próximas décadas en campos como la nanotecnología, la ingeniería genética y la inteligencia artificial, tal vez alguno de ellos llegue tarde, de manera que antes de llegar a disfrutar de la increíble calidad de vida que nos proporcionarán, muchos coches como el segundo del ejemplo se quedan tirados en unas imaginarias curvas cada vez más cerradas.
           
Continuando con mis especulaciones, también me planteo cuestiones como que incluso sin conocer los límites del planeta, si la población mundial se ha duplicado desde 1970 hasta ahora, dudo que fuera sostenible sea posible que lo volviera a hacer en los próximos cuarenta años. En este sentido, soy consciente de que la evolución demográfica mundial es la agregación de las de los distintos continentes, que son absolutamente dispares en este sentido, pues nada tiene que ver una cada vez más envejecida Europa con Latinoamérica ó África, así como de existen países con grandes tasa de crecimiento y otros como China con una política demográfica muy estricta. No obstante, la tendencia actual, aun con cierto ralentizamiento, es de continuar creciendo.

Por todo esto que os comento, no me cuesta imaginarme un futuro próximo con aumento de presión migratoria (con el consiguiente mestizaje) tanto entre distintos continentes como entre países cercanos debida a esta crisis actual que parece que vaya a hacerse endémica, causando muchas tensiones sociales y xenofobia debidas a las dispares interpretaciones  de diversos colectivos en cada país sobre el aumento de las desigualdades, con el consiguiente surgimiento de partidos políticos en ambos extremos del espectro político. Esto tal vez ocasione entre otras cosas, que ante el dilema moral de los gobernantes entre seguridad colectiva y libertad individual, termine ganando la primera, con las inevitables consecuencias sociológicas que ello tendrá, entre ellas reforzando la actual tendencia de que la forma de relacionarnos se base cada vez más en la tecnología frente a los encuentros reales. Tampoco me cuesta imaginar el aumento de las crisis entre las relaciones de los países del primer mundo por el control de las fuentes de energía, aunque la versión oficial para los medios sea que las causas de estas crisis siempre sean cuestiones éticas apelando a la solidaridad entre los pueblos. Visto así, hasta futuras grandes guerras no parecen descartables como un motor más (junto a las catástrofes naturales, la obsolescencia programada, o hacer creer a los consumidores que tienen necesidades materiales muy por encima de las que realmente tienen)  de un sistema capitalista que necesita destruir bienes prácticamente a la misma velocidad que los crea, para seguir vendiendo otros nuevos que los sustituyan.

Así, siempre termino elucubrando si el futuro que nos espera será como las carreteras que me enseñaron a diseñar, o  si por el contrario, tras la última recta larga de más, la próxima curva será muy cerrada como aquel garrote de caramelo, que esta vez sería de todo menos dulce. 


           





martes, 22 de abril de 2014

'Agua del grifo.'


                Mis escapadas de senderismo ya sean por nuestro país o por otras naciones europeas, no sólo me suponen una necesaria desconexión de la rutina. Al perderme por unos días para caminar por espectaculares paisajes compartiendo experiencias con unos cada vez recién conocidos compañeros de viaje,  tengo la extraña y a la vez  emocionante sensación de volver a comenzar.

                A pesar de siempre vivir momentos memorables durante esas jornadas de suelas desgastadas, sudor, cerveza fría, y vida contemplativa, no exento de incertidumbres previas, me gusta llevar un par de amuletos siempre conmigo. Son como el mando de eyección de los aviones caza, pues pienso que si algo se torciera, siempre me sacarán de cualquier apuro.

                Nunca los he usado para tal fin, por haber disfrutado intensamente cada uno de mis viajes, pero será porque en mi rutina habitual dedico a la lectura mucho menos tiempo del que me gustaría, que cada vez que marcho, leo con fruición, casi devoro, cada una de las páginas de los libros que me llevo, ya sea en autobús, en las escalas entre aeropuertos, o incluso tras las obligadas visitas nocturnas a los bares de los lugares que visito.

                Como un elemento más a decidir en la planificación de mis viajes, tengo mis autores y géneros preferidos para acompañarme. Entre ellos destaca últimamente Haruki Murakami, el escritor japonés contemporáneo más reconocido a nivel internacional. A punto de completar la lectura de la totalidad de su bibliografía, disfruto comprando sus obras en bolsillo y reservándolas durante meses para leerlas íntegramente en el transcurso de la próxima aventura.

                Me gustan particularmente sus obras porque sus protagonistas viven en mundos interiores muy desarrollados, y como no podía ser de otra manera, a lo largo de los años, e incluso décadas viven y sienten con gran intensidad amores apasionados, enmarcados en un realismo mágico (a veces directamente género fantástico), en los que no faltan multitud de alusiones a obras musicales de todos los géneros, recetas orientales, y obras literarias.

                Además, en el particular universo del escritor japonés basta un pequeño detalle, un guiño de la realidad, para llevar a los personajes a otros escenarios  tremendamente parecidos, casi indistinguibles, pero diferentes en esencia de aquellos en los que transcurren sus muchas veces opresivas rutinas.

                Intentando entenderle, ya que muchas veces esos mundos viven en el interior de sus personajes, me intereso cuando viajo en apreciar cada pequeño detalle de las experiencias que vivo, tanto emocionales como sensoriales. De manera que ya no se me hacen raras cosas como que el agua del grifo me sepa fenomenal, que los horarios de algunos países varíen sensiblemente, o que los motivos de mis desvelos, o mis ansias de más tiempo para mí y en definitiva, de vida, sean tremendamente frecuentes entre aquellos con quienes  por unos días comparto atardeceres.

                Y tú… ¿Lees?¿Viajas?




domingo, 6 de abril de 2014

'Hablemos de poesía.'


         No es ningún secreto para los que llevéis tiempo leyendo este blog que tengo escasos (por no decir nulos) conocimientos de técnica narrativa. Si por el contrario sois neófitos, en unas pocas líneas lo comprobaréis enseguida.

          Será porque en esta cultura tan de siempre de los yanquis de fracasar repetidamente soy alumno aventajado en todos los campos en los que he podido emplearme, que a los variados fracasos profesionales, sentimentales, y personales en general, últimamente también estoy añadiendo los literarios.

En este sentido y ya más cerca de los cuarenta que de los treinta, no sólo no me molesta, sino que como complemento a aprender de quienes (tanto empresas como personas)  lo hacen bien en base a sus ‘FCE’ (‘factores clave del éxito’), también me interesan los ‘FCF’ (‘factores clave del fracaso’) de quienes no lo hacen tan bien, porque me parece esencial algo que estudié hace años en mi escuela de ingeniería para los materiales, la resiliencia, desconociendo en aquel momento que también se aplica a las personas, como la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas.

       Decidido también a continuar con mi resiliencia literaria, a base de presentarme con mucha moral pero sin ningún éxito hasta la fecha a unos cuantos concursos de relatos, me gustaría compartir con vosotros un reciente descubrimiento interesante que he hecho entre el penúltimo y el último fracaso: el verdadero sentido de la poesía.

           Echando una ojeada a esta ventana al mundo que es internet en busca de la receta mágica para escribir microrrelatos (con la osadía de no haber leído antes), encontré entre los variados blogs de escritores, uno que se despachaba en trece jugosos consejos bastante interesantes en general, de los cuales el segundo me maravilló:

‘2. Acción, acción, acción. Sólo los genios conciben micros eficaces empleando la inmovilidad. Si no eres un escritor de genio, y no puedeshttp://cdncache-a.akamaihd.net/items/it/img/arrow-10x10.png resistirte a la inmovilidad, dedícate a la poesía, la pintura o la fotografía; o a construir edificios, que es más rentable.’(*)
            Con la lección aprendida de mi anterior fracaso a partir de de los consejos de una excelente escritora murciana, acerca del delicado equilibrio entre el tiempo narrativo y la extensión del relato, con estas anteriores frases que he transcrito literalmente descubrí algo casi mágico: si escribes no puedes pretender encorsetar un tiempo narrativo muy extenso propio de una novela dentro de un relato, ni por el contrario resulta adecuado escribir escasas líneas sobre un breve instante en el que no hay apenas acción, lo que en definitiva es… poesía.
          
             Continuando con el amable consejo nº2 y obviando el simpático hecho de que ya me he probado construyendo edificios, haciendo fotografías o pintando cuadros, me apasiona el concepto que tiene el autor de las anteriores líneas. Si para él, la poesía es la descripción breve de la inmovilidad, queridos amigos lectores tengo el gusto de deciros que la podemos encontrar por todas partes.
               
              Así, en este excelente domingo que ahora acaba y que he disfrutado con buenos amigos, he encontrado poesía en  tener que guiñar los ojos ante un sol de justicia y una incipiente brisa marina, en la escarcha de las jarras de cerveza helada, en las sonrisas sinceras de quien se alegra al verme, en el profundo carmesí del buen vino compartido….

             Y a vosotros….
¿Os gusta la poesía?        
            

(*)Fuente;  ‘Trece consejos para escribir microrrelatos’, Blog de Orlando Romano: ‘La nave de los locos.’.

miércoles, 19 de marzo de 2014

'De hormigas falsas'


        A pesar de espaciar cada vez más mis publicaciones, me gustaría a lo largo del año llegar a la interesante cifra de ciento cuatro publicaciones (*). Mientras tanto, y dirigiéndome hacia los tres años de blog a veces pienso en algunas de las entradas que quise escribir y a pesar de tenerlas mucho tiempo en mente, por muy diferentes motivos, no me decidí a publicar. Así que, si este blog fuera una película, éstas bien podrían ser algunas de sus ‘tomas falsas’:

‘Desde la Luna no se ve el tablero de Risk’: Uno de los aspectos que más me cuesta entender del mundo en el que vivo es la tremenda obsesión por las fronteras. Bajo la firme convicción de que ningún ser humano es ilegal en ninguna parte, a la que se suma el hecho de que considero algo coyuntural para cada persona el sitio en el que nace, prefiero de momento no escribir más sobre este polémico tema.

‘Felipe II no tenía un Megane verde.’: En contra de la intuición cotidiana, estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad bajo la mayor parte de los puntos de vista sobre los que se observe, ya sea en términos económicos, sanitarios e incluso de índices de violencia. Cualquier ciudadano medio del primer mundo vive mejor y tiene más comodidades en general que los hombres más poderosos del planeta de hace unos cuantos siglos. No obstante, no he profundizado sobre este tema porque con más de cinco millones de parados en nuestro país, a pesar de poder aportar datos objetivos, puede parecer insensible e incluso hasta frívolo.

‘Anunciando teles en la tele.’: Nunca he conseguido entender del todo el sentido que le quieren dar los fabricantes de televisiones, a los anuncios de sus productos de última generación que tienen que ser visualizados con aparatos de prestaciones convencionales. En este sentido, a veces me he planteado hablar de altas capacidades intelectuales por ser un tema que me apasiona, pero que entiendo que no es del interés general salvo en el caso que algún lector se sintiera identificado con las teorías actuales sobre el tema, o quizás tuviera algún hijo con dichas capacidades. Si bien, en este último caso carezco del criterio suficiente para hablar de un tema tan serio.

Del big bang, a las amebas y los registradores de la propiedad.’ (*)2: Razonando yo solito acerca de que todo tiene un origen, desde el universo, a los organismos pluricelulares como los registradores de la propiedad, pasando por los unicelulares como las amebas, me interesa muchísimo el origen de la propiedad del suelo en particular. Publicaré algo si consigo leer historia y sociología previamente para documentarme un mínimo aceptable.

‘Los barcos de mis amigos.’: Poco antes de iniciar el blog, bastante interesado en la sociología, encontré en el área de libros de unos grandes almacenes la 5ª edición de la obra ‘Sociología.’ del premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales Anthony Giddens. Me costó bastante dinero por ser un tomo de más de mil páginas en tapa dura que cubre todos los temas centrales de la materia (bueno salvo las redes sociales, por haber sido escrito en  2006), pero a cambio y según indicaba el autor, pude ir leyendo separadamente los capítulos y sus resúmenes en función de mis intereses. Incluso a pesar de no haberlos leído todos, uno de los que más me interesó fue (cómo no) el de ‘Estratificación y clase.’, que hacía referencia a las posiciones desiguales que ocupan los individuos en la sociedad ya sea por edad, género, riqueza, propiedades y el acceso a los bienes materiales y a los productos culturales. Hablaba también de interesantes conceptos como la movilidad social (ascenso o descenso de clase social), ya fuera intrageneracional (a lo largo de la vida de un individuo), o intergeneracional (los descendientes de una familia se desplazan a una clase social diferente a la de su familia de origen). Finalmente, la idea que daba el título a esta publicación fallida se refería al concepto de ‘estilo de vida’, según el cual dentro de una misma clase social, factores culturales como hábitos de consumo o estilo de vida están desplazando a los tradicionales factores económicos como tipo de empleo y nivel de ingresos en la formación de las identidades grupales de los individuos. O si os queréis quedar con la anécdota del título, bajo determinadas condiciones, tener amigos con barco o piscina hoy en día a nivel social puede suponer prácticamente lo mismo que poseerlos. Escribiré más sobre esto cuando pase la crisis.



 (*) Un hipotético lector que comenzara a leerme con frecuencia semanal desde el principio, podría hacerlo dos años seguidos incluso si no volviera a publicar en ese periodo. ;)
(*)2 Estaréis de acuerdo que este título es bueno y hasta un comodín. Pensad por ejemplo en ‘Del big bang, a las amebas y las monarquías.’, o ‘Del big bang, a las amebas y los tertulianos de la tele.’. Un verdadero filón. ;)

domingo, 2 de marzo de 2014

'Como los músicos del Titanic (otra historia de un fracaso).'


             El pasado miércoles había sido un día difícil.

Aunque los que trabajamos por proyectos convivimos a diario con el fracaso, aun intentando ser lo más asépticos posible, siempre hay algunos trabajos con los que tienes una mayor vinculación emocional, aquellos en los que durante las semanas de preparación no escatimas en horas extras, reuniones de coordinación, infinidad de revisiones de la documentación a presentar, mucha proactividad y por supuesto, grandes dosis de ilusión.

Es por ello que, aun formando parte de las reglas del juego tener que fracasar muchas veces para conseguir varios contratos al cabo del año como el que encuentra una pepita tras remover abnegadamente toneladas de arena y grava, al igual que ocurre en el ámbito personal, no todos los proyectos que se frustran te afectan igual.

La no consecución de uno de esos últimos me había fastidiado la jornada laboral, por lo que intenté no alargarla demasiado y permitirme nadar por la noche unos largos en mi piscina municipal, como una forma de despejarme. Sin embargo y a pesar de existir un consenso más o menos generalizado sobre su consideración como uno de los deportes más completos, si hay algo en lo que al menos para mí no destaca la natación es en conseguir hacerte desconectar mentalmente.

Así que por esta extraña forma mía de pensar entre imágenes y analogías, repasando mi último fracaso, perdía la cuenta de los largos que llevaba al darme por pensar de manera focalizada en aquellos músicos del Titanic entre brazada y brazada. Como la mayoría de vosotros conoceréis y según se supo por los supervivientes de la catástrofe, estos abnegados profesionales, no dejaron de interpretar variadas piezas hasta su muerte tras el fatídico hundimiento del trasatlántico más famoso de la historia.

Aún sin saber entonces cuantos eran, intentaba meterme en las mentes de algunos de ellos y con la absoluta certeza de que cada uno interpretó la tragedia que se les avecinaba a su manera, la mayoría, o quizás todos decidieron continuar haciendo lo que mejor sabían, que en definitiva era lo que les apasionaba.

Pensé que algún músico pensaría de forma completamente desinteresada y con una valentía excepcional, que con su música aportaría aunque fuera un mínimo ápice de serenidad al resto de la tripulación, para poder salir de forma ligeramente más ordenada. Otro intérprete quizás pensaría por el contrario, que (tal vez erróneamente) como para bien o para mal, nada de lo que hicieran iba a tener relevancia alguna, no había motivo para dejar de hacerlo. Seguramente un tercer integrante, petrificado por el miedo, simplemente se sentiría más seguro siguiendo perteneciendo a un colectivo, en este caso su banda. El caso es que entre estos y otros variados razonamientos, también me parece fascinante el hecho de que para cada uno de ellos debió de haber un punto de inflexión no necesariamente coincidente en el tiempo, en el cual se hicieron conscientes de una muerte segura, y a partir del que volvieron a decidir individualmente continuar con su música.

Ya en casa, duchado y relajado no me pude resistir a investigar un poco sobre la vida de estas personas. La orquesta, compuesta por ocho músicos se llamaba la Wallace Hartley Band,  y tomaba su nombre del líder, un violinista inglés llamado Wallace Henry Hartley, y como os he adelantado todos perecieron en el naufragio. Por no formar parte de la tripulación, viajaban como pasajeros de segunda clase, y la única vez que tocaron juntos los ocho fue durante la fatal colisión con el iceberg, pues en anteriores ocasiones habían tocado separadamente en distintas zonas de primera clase del barco, como un quinteto y un terceto. De hecho, aquella noche del 14 de Abril de 1912 no había baile y la orquesta había terminado su jornada, así que como auténticos héroes legendarios fueron los primeros en actuar tras el choque (que se produjo a las 23:40), reuniéndose y comenzando a tocar para calmar a los pasajeros que comenzaban a ponerse nerviosos.

Titanic Band.jpg Fuente: Wikipedia

Fue por ello que aquella fatídica noche, y parece ser que en gran parte por el sólido liderazgo de su director así como de su gran sentimiento grupal, durante dos horas tocaron ininterrumpidamente la música de moda del momento, temas ligeros y festivos (valses y ragtimes) a pesar de que a partir de las 1:15 el barco dio un bandazo que aumentó la inclinación de la cubierta hasta hacerla prácticamente inestable.  En medio de un progresivo giro acompañando al hundimiento, se cuenta también que a las 2:10 su director les ‘liberó’ de la obligación de seguir tocando (si es que en algún momento lo estuvieron), y la totalidad de la orquesta decidió  continuar, quedando para la leyenda que se despidieron de la vida tal vez con el  Nearer, my God, to Thee’ (‘Cerca de ti, Señor’), porque ya sin luces y con una tremenda inclinación, nadie que allí estuviera viviría para contarlo.



domingo, 26 de enero de 2014

'Otra de orquídeas.'


Serán rarezas mías, no sé, pero nunca me ha gustado regalar flores cortadas. Imagino que estoy entregando belleza sin vida, bien conservada, pero inerte al fin. Prefiero entregarlas en su maceta, dejando su destino a  la dedicación y lo acertado de los cuidados de su nuevo poseedor.
Sintiendo especial predilección por ellas, aún esperando ser sorprendido por otra especie, ayer prácticamente sabía de antemano al cruzar la puerta de la floristería que acabaría comprando orquídeas.
Habiendo entrado poco antes de las dos de la tarde, fui el último cliente de la semana en un local prácticamente vacío, a excepción de la joven dependienta junto al mostrador y un señor mayor acomodado en un banco modelo romántico situado enfrente.
Acudió enseguida a atenderme la chica, y tras aclararle que quería  una maceta con flores no tardó en enseñarme varias, entre ellas las orquídeas con especial entusiasmo. Sin pensarlo mucho, elegí una con dos ejemplares plagados de flores malvas.
Me acerqué tranquilamente a pagar al mostrador y el señor desde el banco, tras preguntar a la que resultó ser su hija por los colores del papel de regalo del envoltorio del regalo que con tanto entusiasmo estaba componiendo, me comentó:
-          Las orquídeas son las flores estrella en los últimos años, han desbancado a todas las demás. Llevo veinticinco años en la floricultura y ahora son las flores más pedidas.
-          Mmm, no sé, lo desconocía. Son bonitas, me gustan en general desde hace años. También sé que hay variedades como las azules.
-          Sí, las azules, las traemos por encargo, pero no nos gusta venderlas. Son muy caras y además tintadas artificialmente, por lo cual estamos vendiendo una planta envenenada, enferma, y se lo advertimos a los clientes…. ¿Tienes cinco minutos?
-  Mmmm sí bueno (dudé, pero en cualquier caso, su hija seguía aplicadísima haciendo superposiciones de papeles decorativos, film transparente, un lazo…).
-          Hace veinticinco o treinta años, cuando los sueldos eran de treinta mil pesetas, las orquídeas se vendían por unidad de flor y valían seis mil pesetas. En aquella época se reproducían a partir de la división del tallo. Ahora, con el cultivo in vitro, han bajado muchísimo de precio y son las flores más vendidas. Pero supongo que en poco tiempo, un año y medio quizás, aparecerá otra especie que la sustituya…..
-      Eso pasa con todo, siempre aparecen nuevos productos (la hija a punto de acabar sonreía oyendo la conversación).
Rebosante de nuevos conocimientos sobre la especie, ya dispuesto a pagar, me preguntó el señor que si conocía los cuidados. Ante cuatro ojos pendientes de mi respuesta, sabía que los segundos jugaban en mi contra, como así fue…
Comenzaron a explicarme entre ambos y quitándose de una manera  absolutamente entrañable la palabra para asegurarse de que por nada del mundo saliera yo de la tienda sin conocer los cuidados básicos de aquellas plantas de las que con tanta admiración me hablaban. Entre perplejo y por qué no decirlo, algo estresado, llegué  a dudar entre darme rápidamente por enterado o reconocer sinceramente que me estaban confundiendo con tanto entusiasmo y sobredosis de información. Conmovido por semejante amor a su profesión, elegí lo segundo….
Con la noción del tiempo perdida hacía bastante, finalmente crucé la puerta abrumado por la responsabilidad de transmitir correctamente todo lo que me habían dicho.
Sólo tenía ganas de llegar al coche cuando me sorprendió una fuerte ventolera que a punto estuvo de destrozar mis preciosas flores.
Tras haber ensayado todos los ángulos posibles de avance haciendo yo de parapeto de mi maceta, no pude evitar a mitad de acera girarme de nuevo hacia la tienda.
A unos veinte metros, la chica me observaba a través de la puerta de cristal.
Lo sabía…

domingo, 12 de enero de 2014

'Compartiendo literatura: Diez obras que recordaré.'

            Ayer leía en el muro de facebook un amigo uno de estos textos en cadena en el que se etiquetaba a diez amigos y se animaba a continuar la cadena a los etiquetados.
               
Básicamente el etiquetado, sin pensarlo mucho, tenía que hacer la lista de diez obras literarias que le hubieran marcado, ya fuera por su calidad general, su argumento, trama, por el momento de su vida en que la leyó o simplemente por lo que pudieran significar algunos de sus párrafos. Por supuesto, no tenían que ser grandes obras, pero sí importantes para el etiquetado.
               
 No me pude resistir a hacer mi lista mental, y como sabéis que me encanta hablar de libros con aquellos amigos con los que comparto mi pasión por la literatura, enseguida me puse también a hacer mi lista mental de los diez de vosotros a los que iba a etiquetar, con la única intención de que alguno os animarais a compartir vuestra lista, o al menos a charlar un poco de vuestras novelas favoritas por cualquiera de los medios que internet ofrece.
               
Bien, tras pensarlo un poco prefiero no etiquetaros, entre otras cosas, porque a algunos sé que nos os gusta, y además tampoco os conocéis entre todos, pero sin embargo, no me quedo con las ganas de compartir con vosotros una lista, aun dejándome muchas,  de diez obras que por muy diversos motivos he disfrutado muchísimo:

1.    ‘1984.’ – George Orwell
2.    ‘Ensayo sobre la ceguera.’ – José Saramago
3.    ‘El camino.’ – Miguel Delibes
4.    ‘La sonrisa etrusca.’ – José Luis Sampedro
5.    ‘El juego del ángel.’ – Carlos Ruiz Zafón
6.    ‘Al sur de la frontera, al oeste del sol.’ – Haruki Murakami
7.    ‘El banquete.’ – Platón
8.    ‘El amor en los tiempos del cólera.’ – Gabriel García Márquez.
9.    ‘El último encuentro.’ – Sándor Márai
10. ‘El jugador.’ – Fiódor Dostoievski

Me encantaría que aportarais la vuestra o al menos comentarais cualquier obra que os haya apasionado.