domingo, 17 de julio de 2022

Historias de amor y música.

       Acabo de terminar "Canción de amor definitiva.", la autobiografía de Jorge Martí, cantante de La Habitación Roja. 

   Siempre he pensado que la vida de cualquier persona es interesante si se cuenta con suficiente sinceridad. La de Jorge lo es con creces, tanto por lo atípico de su experiencia vital, a caballo entre España y Noruega a causa de una gran historia de amor, como por la honestidad abrumadora con la que la narra capítulo tras capítulo. Está muy bien escrita, y se aprecia en cada línea la bondad del autor, que vive con un síndrome del impostor perenne, además de una alta carga emocional con la que enfrenta todo cuanto le ocurre. 

    Durante toda su lectura, me he estado preguntando si yo, en el iceberg emocional que es mi forma de ser y de sentir, sería capaz de exponer por escrito mi intimidad tan a corazón abierto. También me he acordado de lo que me dijo una buena amiga hace años, acerca de que las cosas bonitas que se sienten y no se cuentan, mueren en nuestro interior si no hubieran existido.

    En fin, no me extiendo más, os la recomiendo encarecidamente, en especial si como yo estáis en la década de los cuarenta, porque os hará regresar a unos años de música en vinilos y cintas, e historias de amor mantenidas en llamadas de cabinas a fijo y cartas larguísimas. En cualquier caso, también la disfrutaréis si sois amantes de la música, o de las buenas historias.

    Si os animáis a leerla, espero vuestros comentarios.



viernes, 10 de abril de 2020

'Rara avis.'

      Se atribuye la expresión latina ‘‘rara avis in terris nigroque simillima cygno’’ a Juvenal, poeta romano del siglo I, que se traduce en castellano como ‘‘un ave rara en la tierra, y muy parecida a un cisne negro’’. En el s. XVII era una frase común en Londres como ejemplo de imposibilidad o inexistencia, basaba en el hecho de la ausencia de observaciones de dicha ave hasta la fecha. Sin embargo, tras su descubrimiento en Australia por parte de una expedición holandesa en 1697, su significado se asoció a la posible refutación de una imposibilidad percibida a priori.

      Con estas premisas, el filósofo Nassim Nicholas Taleb se serviría de dicha metáfora para titular su ensayo de 2007 ‘‘El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable.’’, en el cual analiza los rasgos comunes de una serie de sucesos que tienen las siguientes características: son sorpresivos para quien los observa, tienen un profundo impacto socioeconomico, y debido a su impredicibilidad sólo pueden racionalizarse de manera retrospectiva. Cumpliendo estos requisitos, ejemplos recientes de sucesos cisne negro son la primera guerra mundial, internet, o los atentados del 11-S, los cuales, como consecuencia de su alto impacto, tienen un papel relevante en la historia.

      Sin embargo, el autor considera que la actual pandemia de coronavirus no encaja en su definición, pues entiende que sí podía preverse, circunstancia que encuentro  discutible sin negar la evidencia científica de su predicibilidad, pues su definición incluye la perspectiva del observador (en su libro pone como ejemplo que los atentados del 11-S eran impredecibles para la mayoría, pero no para los terroristas suicidas), de manera que podría deducirse que, tras analizar el comportamiento de los distintos estados ante la crisis, para unos podría serlo, y para otros no.

      En cualquier caso, Nassim Taleb no pretende en su libro aportar ideas para predecirlos, sino que recomienda planificar robustez para afrontar sus consecuencias negativas y aprovechar las positivas cuando sucedan. Asumiendo entonces que, por estar inmersos en él, de este suceso sólo nos queda padecerlo, el conjunto de ensayos que he ido leyendo los últimos años, más mis propias reflexiones, me inclinan a pensar que la crisis generada por la pandemia va a ser prolongada en el tiempo, y profunda en sus consecuencias.

     En relación con su desarrollo temporal, me baso en mi definición favorita de crisis, según la cual éstas ocurren cuando lo viejo no termina de irse, y lo nuevo no termina de llegar (la frase original del filósofo italiano Gramsci, bastante más tenebrosa, sería: ‘‘El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos’’). Y dado que creo con firmeza que los cambios que van a suceder van a ser numerosos, afectando a un elevado número de personas, estados y empresas, con intereses en muchos casos contrapuestos, no preveo un proceso de cambio rápido a la nueva realidad pospandémica. 

      Sobre su profundidad, leía a Yuval Harari hace días en un artículo en el Financial Times plantear una doble dicotomía para los próximos años: la primera sería la elección de los estados entre vigilancia totalitaria basada en la tecnología (con un serio menoscabo de las libertades individuales), o empoderamiento ciudadano, basado en la confianza en comportamientos responsables; la segunda a su vez consistiría en la decisión entre aislamiento nacionalista de los estados, o cooperacion internacional. Desconozco qué va a ocurrir, pero intuyo que, en los próximos años los estados, mediante una mayor intervención en sus economías, recuperarán cuota de poder frente a las grandes empresas de ámbito mundial.

     Tras el análisis del contexto global, en la esfera de lo personal, como gran parte de la sociedad, asisto a los acontecimientos diarios, además de sobrecogido por la tragedia de tantas pérdidas personales, con la fascinación de quien sabe que está viviendo algo trascendente, y soy consciente de que vendrán tiempos muy difíciles, porque una de las principales ideas que hace años se me grabaron de la lectura de ‘‘El cisne negro.’’ es el error de confirmación, que viene a consistir en el autoconvencimiento de que algo no puede ocurrir mañana, por deducción de que no ocurriera ayer o anteayer. En este sentido intento, además de no perder la capacidad de sorprenderme, no preocuparme demasiado, siguiendo el consejo de uno de mis vídeos favoritos (Sunscreen.’’): ‘‘Don't worry about the future. Or worry, but know that worrying is as effective as trying to solve an algebra equation by chewing bubble gum.’’. Como la mayoría de vosotros, en los próximos meses o años, tal vez tenga que afrontar la duda, entendida como la necesidad de toma de decisiones cuando inevitablemente hay que escoger entre dos soluciones malas, o entre diversas opciones que, aun siendo buenas, acarrean todas ellas desagradables efectos. Afrontar algo así, que con toda certeza implicará renuncia, me requerirá en su momento una revisión profunda de mi escala de valores.

     A nivel sociológico, una de las primeras cosas que me planteé desde los primeros días de confinamiento, era cómo afectaría esta crisis a ese colectivo creciente que integramos los que vivimos solos en general, y a los mayores o desfavorecidos en particular. Es demasiado prematuro obtener conclusiones, pero quiero ser optimista, y apelando a nuestra particular idiosincrasia patria, me gustaría pensar que se están extendiendo las redes sociales de ayuda hacia los más necesitados, entre los que se incluyen estas personas.

      En el ámbito cultural, tampoco está exento de cierta gracia lo malos que fuimos visualizando futuros apocalípticos (en general somos nefastos imaginando cualquier futuro, como bien se explica en el libro ‘Tropezar con la felicidad.’’), quizás contaminados por libros o películas con tramas mucho más emocionantes (para la población en general, de la que exceptúo a todos los héroes que se juegan la vida a diario para que estemos sanos, seguros y abastecidos, a los que nunca estaremos lo suficientemente agradecidos), en las que a priori nos hubiera parecido inverosímil la extraña fijación de las masas por el papel higiénico, la levadura, o por ponerse a hacer ejercicios, o recuperar costumbres que en su puñetera vida habían practicado. En todas aquellas producciones culturales, el foco estaba en el contexto, siendo la pandemia en sí la protagonista absoluta de las tramas. En cambio, a partir de ahora, en los próximos años, a buen seguro surgirá una explosión de pintura, literatura, cine o teatro pospandémicos, donde la epidemia pasará a ser contexto, como un decorado más, frente a lo esencial, que serán los acontecimientos en las vidas de los personajes intervinientes. 

      Por aquello tan importante de no perder nunca el humor, tan esencial por su naturaleza catártica, finalizo comentando que me enorgullece formar parte de un país en el que su población se organiza para aplaudir o improvisar música, frente a otros en los que se disparan las ventas de armas. Los tiempos que viene no serán fáciles, pero con vuestra compañía, se harán más llevaderos.

      Besos y abrazos virtuales para todos.
      Cuidaos mucho.


Fuente: Wikipedia: Cygnus Atratus Singapore.jpg. 
Img by Calvin Teo 





viernes, 29 de junio de 2018

Intento recordarme


INTENTO RECORDARME


Entre atardeceres luminosos de esperanza,
intento recordarme.
Entre sueños sin nombre,
y noches sin fin.


Desando mi camino
hacia el desvío en el que un día me perdí
buscando la palabra perfecta,
el momento oportuno,
la vida imaginaria que me secuestró.


Quisiera encontrar la mirada valiente,
el paso decidido de quien aún ha de caerse,
la carcajada de quien a nada teme.


Entre el hálito tranquilo a ojos cerrados,
intento recordarme.
Entre las pupilas de quien siempre me quiso,
y las de quien me querrá.

viernes, 16 de diciembre de 2016

'De noticias mágicas y arruguicas en la frente.'

En un mundo marcado por avances tan frenéticos, me gusta leer frases de eminentes pensadores que se pueden considerar atemporales, permitiéndome tomar algo de perspectiva que me ayuda a entender e interpretar la época en la que me ha tocado vivir. Así por ejemplo, la tercera ley sobre el avance científico formulada por el escritor británico de ciencia ficción Arthur C. Clarke dice así:


‘‘Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.’’


Cuando supe de ella hace años ya me pareció fascinante, y al menos en mi caso, mi primera imagen mental es prospectiva, es decir, me imagino una especie de ‘Regreso al futuro.’ con personas de nuestro presente avanzando en el tiempo, pero con unos avances tecnológicos que superan ampliamente a los de la película. Otra posibilidad que también me sugiere la ley es un escenario retrospectivo, como el que se escenifica en la comedia de los noventa ‘Los visitantes no nacieron ayer.’, en el que habitantes de una época medieval aparecen en el presente. Si bien, en definitiva, me queda claro que el concepto de ‘magia’ al que se refiere la ley tiene mucho que ver con el contexto del observador.  


Sin embargo, lo que creo que hace especial nuestro presente es que estamos viviendo una aceleración de los avances científicos y tecnológicos sin precedentes en la historia de la humanidad, de manera que, en pocas décadas el salto temporal necesario para que lo que hoy consideraríamos magia sea una tecnología consolidada puede ser cada vez más pequeño, y las consecuencias sociológicas y filosóficas que esto implicará me hacen especular en toda una suerte de distopías a cada cual más variopinta, en especial porque pienso que, llegarán tarde las medidas necesarias que deberán tomar unas élites políticas que están cada vez más alejadas de la realidad (con mención especial para nuestro viejo continente).


Mientras que se aproximan todos estos sucesos que espero en un futuro cada vez más próximo, disfruto leyendo artículos sobre el tema, a la vez que me distraigo con novelas distópicas (la última que he terminado, ‘Ready player one.’ os la recomiendo con fervor), y visionando series como la maravillosa ‘Black Mirror’ . Y por supuesto, también intento identificar entre los artículos de ciencia que se publican a diario en los medios de información, el germen de los avances que, podría considerar ‘magia’ en un futuro no muy lejano.


A modo de ejemplo de esto último, en este 2016 que ahora acaba me han llamado particularmente la atención dos noticias:


  • El motor EmDrive (que parece violar las leyes de la física) aparentemente genera impulso en el vacío,sin combustible ni partes móviles.




En base a primera no me cuesta imaginar un salto cualitativo en la potencialidad de los viajes estelares; pero la segunda me provoca un aluvión de suposiciones de diversa índole, que se solapan y aumentan mi habitual desapego de la realidad, que tantos despistes cotidianos me cuesta.


A nivel sanitario considero que la posibilidad de revertir el envejecimiento en un futuro próximo supondrá un hito crucial en la historia de la medicina, como en su día pudiera ser la asepsia quirúgica. A nivel filosófico, más pronto que tarde, este avance, junto con otros relacionados con la ingeniería genética, nos supondrán conflictos relacionados con la bioética por afectar a nuestra naturaleza mortal, de la que hasta ahora formaba parte el envejecimiento. Y finalmente, como los tratamientos en humanos que de esta técnica se deriven, serán en principio accesibles sólo para las élites económicas, tiendo a pensar que en un mundo en el que los ricos no envejecen se acelerarán las desigualdades muy por encima de los niveles actuales, ya de por sí insostenibles.


En cualquier caso, mientras llega el tratamiento, conservaré mis arrugas en las frente, como recuerdo de tantas veces que soñé despierto….


arrugas.jpg
Retrato cortesía de mi sobrina de cinco añicos, 
que me quiere con mis arrugas y todo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

'Al otro lado.'

Como en la canción de Los Secretos hoy la vi.


Caminaba apresurado con el tiempo justo por un bulevar de Murcia, cuando por no ser capaz de resistirme a frenar unos instantes para curiosear por los puestos de libros ambulantes, me pareció ver a punto de cruzarse conmigo a la que hace casi dos décadas fue una gran amiga.


La combinación de incredulidad, prisas, y recuerdos adormecidos luchando por salir, hizo que la certeza de que era ella llegara a dos metros tras cruzarme. No sé si me vio, pero en décimas de segundo recordé cómo demasiados años atrás formó parte esencial de una historia que sucedería entre otra de sus amigas del alma y yo. El tiempo quiso que las perdiera a las dos de golpe.


Iba con carricoche, así que me alegré y al volver a mirar, pude reconocer a la chica que iba a su lado, en paralelo con otro carricoche. Reconocí la melena y entonces, aunque alejándose de espalda, la vi.


Y aunque desde mi juventud siempre me he preguntado si el lenguaje de los sentimientos nos cambia, por permitirnos actuar en un ejercicio de autoconsciencia sobre lo que sentimos, hoy no tuve palabras para describir el extraño vacío que, en algún punto indeterminado entre una alegría pálida y una tristeza sofocada por el paso de los años, me invadió.


Siempre pensé que en un juego imaginario de pañuelos de sentimientos, los melancólicos que conocieran la palabra se lo llevarían siempre ante la mirada incrédula de quienes, por no tener esa suerte, lo perderían pese a haberlo rozado entre los dedos.


Hoy perdí mi pañuelo, hoy estuve al otro lado….