Vivir bajo la
influencia de un tremendo despiste nos genera a los que los que lo sufrimos bastantes inconvenientes tanto propios como para los nuestros.
No son pocos los
momentos del día en los que tu cabeza por alguna extraña programación
neurológica que se me hace inescrutable, desconecta durante un instante y como
si de un ordenador se tratara ‘reinicia’ tu ‘sistema operativo’.
Intentando ser
algo más poético a esos momentos prefiero llamarles ‘soñar despierto’.
Afortunadamente
esas exóticas ausencias también tienen su lado bueno por, al menos en mi caso,
percibir con gran riqueza de detalles todo lo que me rodea, pero sobre todo percibir siempre como si fuera la primera vez la belleza de cualquier cosa o lugar aun siendo
muy cotidiano.
Supongo que cualquier
amante de la fotografía, pintura o poesía sabrá a lo que me refiero.
Esta noche por
ejemplo a la vuelta de un paseo nocturno por un paseo marítimo de Los Narejos
casi desierto he vuelto a vivir por una de las avenidas principales la extraña
sensación de estar inmerso en una fotografía. Fantaseando con el hecho de que
sin nadie que observe no hay tiempo que transcurra o suceso que se dé, me
encanta disfrutar de esos momentos tan míos.
Pero sin embargo
hoy había algo diferente que alteraba sustancialmente la experiencia de
deambular por ese instante congelado imaginario.
No he tardado en
darme cuenta que han cambiado las luminarias de toda la avenida. Incluso
conservando los antiguos báculos, la nueva iluminación LED imprime a todo el vial una luz
fría que contrasta con la antigua y cálida iluminación amarilla de todo el
paseo.
Como si fuera
forastero en mi tierra, tendré que acostumbrarme hasta la primavera…