domingo, 2 de marzo de 2014

'Como los músicos del Titanic (otra historia de un fracaso).'


             El pasado miércoles había sido un día difícil.

Aunque los que trabajamos por proyectos convivimos a diario con el fracaso, aun intentando ser lo más asépticos posible, siempre hay algunos trabajos con los que tienes una mayor vinculación emocional, aquellos en los que durante las semanas de preparación no escatimas en horas extras, reuniones de coordinación, infinidad de revisiones de la documentación a presentar, mucha proactividad y por supuesto, grandes dosis de ilusión.

Es por ello que, aun formando parte de las reglas del juego tener que fracasar muchas veces para conseguir varios contratos al cabo del año como el que encuentra una pepita tras remover abnegadamente toneladas de arena y grava, al igual que ocurre en el ámbito personal, no todos los proyectos que se frustran te afectan igual.

La no consecución de uno de esos últimos me había fastidiado la jornada laboral, por lo que intenté no alargarla demasiado y permitirme nadar por la noche unos largos en mi piscina municipal, como una forma de despejarme. Sin embargo y a pesar de existir un consenso más o menos generalizado sobre su consideración como uno de los deportes más completos, si hay algo en lo que al menos para mí no destaca la natación es en conseguir hacerte desconectar mentalmente.

Así que por esta extraña forma mía de pensar entre imágenes y analogías, repasando mi último fracaso, perdía la cuenta de los largos que llevaba al darme por pensar de manera focalizada en aquellos músicos del Titanic entre brazada y brazada. Como la mayoría de vosotros conoceréis y según se supo por los supervivientes de la catástrofe, estos abnegados profesionales, no dejaron de interpretar variadas piezas hasta su muerte tras el fatídico hundimiento del trasatlántico más famoso de la historia.

Aún sin saber entonces cuantos eran, intentaba meterme en las mentes de algunos de ellos y con la absoluta certeza de que cada uno interpretó la tragedia que se les avecinaba a su manera, la mayoría, o quizás todos decidieron continuar haciendo lo que mejor sabían, que en definitiva era lo que les apasionaba.

Pensé que algún músico pensaría de forma completamente desinteresada y con una valentía excepcional, que con su música aportaría aunque fuera un mínimo ápice de serenidad al resto de la tripulación, para poder salir de forma ligeramente más ordenada. Otro intérprete quizás pensaría por el contrario, que (tal vez erróneamente) como para bien o para mal, nada de lo que hicieran iba a tener relevancia alguna, no había motivo para dejar de hacerlo. Seguramente un tercer integrante, petrificado por el miedo, simplemente se sentiría más seguro siguiendo perteneciendo a un colectivo, en este caso su banda. El caso es que entre estos y otros variados razonamientos, también me parece fascinante el hecho de que para cada uno de ellos debió de haber un punto de inflexión no necesariamente coincidente en el tiempo, en el cual se hicieron conscientes de una muerte segura, y a partir del que volvieron a decidir individualmente continuar con su música.

Ya en casa, duchado y relajado no me pude resistir a investigar un poco sobre la vida de estas personas. La orquesta, compuesta por ocho músicos se llamaba la Wallace Hartley Band,  y tomaba su nombre del líder, un violinista inglés llamado Wallace Henry Hartley, y como os he adelantado todos perecieron en el naufragio. Por no formar parte de la tripulación, viajaban como pasajeros de segunda clase, y la única vez que tocaron juntos los ocho fue durante la fatal colisión con el iceberg, pues en anteriores ocasiones habían tocado separadamente en distintas zonas de primera clase del barco, como un quinteto y un terceto. De hecho, aquella noche del 14 de Abril de 1912 no había baile y la orquesta había terminado su jornada, así que como auténticos héroes legendarios fueron los primeros en actuar tras el choque (que se produjo a las 23:40), reuniéndose y comenzando a tocar para calmar a los pasajeros que comenzaban a ponerse nerviosos.

Titanic Band.jpg Fuente: Wikipedia

Fue por ello que aquella fatídica noche, y parece ser que en gran parte por el sólido liderazgo de su director así como de su gran sentimiento grupal, durante dos horas tocaron ininterrumpidamente la música de moda del momento, temas ligeros y festivos (valses y ragtimes) a pesar de que a partir de las 1:15 el barco dio un bandazo que aumentó la inclinación de la cubierta hasta hacerla prácticamente inestable.  En medio de un progresivo giro acompañando al hundimiento, se cuenta también que a las 2:10 su director les ‘liberó’ de la obligación de seguir tocando (si es que en algún momento lo estuvieron), y la totalidad de la orquesta decidió  continuar, quedando para la leyenda que se despidieron de la vida tal vez con el  Nearer, my God, to Thee’ (‘Cerca de ti, Señor’), porque ya sin luces y con una tremenda inclinación, nadie que allí estuviera viviría para contarlo.



2 comentarios:

  1. Hola Santi:
    Una vez más me ha gustado mucho lo que has escrito pues a mi en particular me interesan cosas pasadas tanto históricas como anecdóticas o de cualquier otro tipo y tú sabes darle ese toque de doble interès.
    Por favor no tardes tanto en alegrarnos con tus escritos pues son realmente interesantes.
    Un abrazo Carmen P

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado Carmen una vez más.

      De veras que me encantaría ser más regular, pero supongo que uno de los mayores enemigos de la creatividad es la falta de tiempo.

      No obstante tomo nota, te agradezco de nuevo que me leas regularmente e intentaré publicar algo más.

      Un abrazo.

      Eliminar