domingo, 11 de marzo de 2012

''De botes de óleo y miradas sinceras.''

Sí, me lo dice mucha gente…
(…)
Yo voy a tener que hacer algo…
(…)
A veces me despierto a las cinco de la mañana pensando en las cosas que tengo que hacer aquí.
(...)
¿Ves ese bote de pintura de ahí? Estoy toda la parte mezclando los pigmentos y llevo retraso porque uno no llegó a tiempo.
(…)
El día pasa muy deprisa, entro a las siete y llego a las diez de la noche a casa. Ves un poco la tele o lees un poco, pero claro, te duermes enseguida…
(…)
Me quedan los domingos, pero….; pasan muy deprisa…
Tengo dos niños, y los llevo a jugar al fútbol, y el día se va enseguida.
(…)
Te  pones a ayudarles con los deberes, y en cuanto te das cuenta, han pasado tres horas….
(…)
Te digo todo esto porque has sacado el tema….
(…)
Necesito algo de tiempo para mi, centrarme un rato en algo que me haga olvidarme de todo lo demás….

            Me comentaba hace no mucho una compañera que tengo por buena oradora, que no era aconsejable mirar directamente a los ojos a un público desconocido, pues se pueden sentir intimidados.
            Quizás que tenga razón, pues aunque no es muy frecuente, mirar directamente a los ojos a un extraño es, de alguna manera asomarse a su alma, permitiendo a la vez que en ese breve instante congelado en el que las pupilas se encuentran, el otro haga lo propio contigo.
            Si no me hubiera pasado más veces no hubiera salido de mi perplejidad, cuando el pasado viernes, tras dedicar aun llevando prisa un rato relajado a elegir tubos de óleo para mi nuevo lienzo, en el momento de pagar, simplemente por ser amable, y tras un pregunta por su parte, le comenté al vendedor (y posible dueño de la tienda) que pintar me relajaba, con la consecuencia del monólogo arriba transcrito en el que me contaba que deseaba comenzar a pintar.
            Así que supe enseguida que era sincero y deseaba desahogarse, por lo que aparté mis prisas.
No sabría decir lo que duró la charla, en la que básicamente me dediqué a asentir con la barbilla y mirada.
Fue como ver de golpe decenas de instantáneas de su vida.
Parecía feliz pero cansado…
Me sentí tentado a contarle algo de mí, pero no lo necesitaba…
Me regaló un pincel y me deseó suerte con mi nueva afición.
Yo también se la deseé…





No hay comentarios:

Publicar un comentario