miércoles, 15 de octubre de 2014

''Eligiendo los yogures.''

           Desde pequeño siempre me encantaron las revistas y los libros de divulgación científica, sobre todo los artículos que hablaban de lo extraordinariamente grande como planetas y galaxias, o de lo increíblemente pequeño como átomos y quarks.

De esto último, la física cuántica, intentaba extrapolar algunos fenómenos a la escala de mi mundo y además de sufrir vértigo mental, ocurrían cosas muy extrañas como en el de Alicia en el País de las Maravillas. A pesar de ello había ideas que me parecían muy interesantes como la de que por el simple hecho de contemplar la realidad, alteramos su estado.

Sin ánimo de confundiros con ejemplos que os puedan parecer exóticos de lo que comento, hay uno que me gusta desde hace años: imaginad que tenéis que medir la temperatura del agua de una piscina con un termómetro convencional. En sentido estricto, lo que vais a poder medir es una especie de media ponderada entre la temperatura inicial del termómetro y la del agua. Pensaréis que siendo la masa de agua muy superior a la del termómetro la diferencia va a ser insignificante y así es, pero imaginad por un momento  que el termómetro es muy grande, hay poca agua, siendo además las diferencias de temperaturas iniciales considerables. Las cosas comienzan entonces a distorsionarse más de lo aceptable quizás.

Os comento todo este rollo introductorio porque en la compleja época que nos está tocando vivir, por primera vez en la historia tenemos acceso en tiempo real a noticias ocurridas en cualquier parte del planeta, lo cual presenta no pocas ventajas e inconvenientes difíciles de digerir con la misma rapidez que se ponen de manifiesto.

Así, uno de los aspectos positivos de la tecnología es la posibilidad de denunciar injusticias sociales, religiosas, políticas o económicas allí dónde suceden, haciendo que algunos de los colectivos responsables, iluminados por un repentino interés por la ética y la transparencia hagan acto de contrición y se autoimpongan severos reglamentos para evitar que determinadas conductas reprobables vuelvan a repetirse.

Sin embargo entiendo también que al igual que cualquier poder conlleva una responsabilidad, siendo termómetro virtual de todo cuanto ocurre, los ciudadanos como opinión pública también tenemos cierta obligación de hacer un ejercicio responsable al dejar constancia de nuestras opiniones sobre la actualidad, cualesquiera que sean los medios. Más que nada para evitar una espiral retroalimentada de desinformación, confusión y caos que en la mayoría de los casos a nadie beneficia por hacer indistinguible la temperatura de los hechos con la de las opiniones en muchos casos irreflexivas, destructivas y condenatorias del tipo que sean.

En particular, me refiero a que asumiendo que la actualidad sucede a un ritmo vertiginoso con una velocidad muy superior a nuestra capacidad para formarnos una opinión propia de casi cualquier tema, al menos con ciertos sucesos sensibles deberíamos darnos  al menos un par de días para analizar lo que ocurre. Me incomoda bastante cuando se da un suceso improbable de alto impacto, contemplar por ejemplo en redes sociales un número ingente de documentos de opinión claramente sesgados, que no han sido reflexionados (ni en muchos casos leídos) por quien los comparte. Y es que en el mundo en el que vivimos resulta infinitamente más fácil suscribir la opinión de un tercero (con independencia de su rigor) que formarnos la nuestra.

No deberíamos subcontratar nuestro pensamiento en paquetes completos sesgados como quien se tiene que llevar los yogures de plátano junto con los de fresa por ser packs indivisibles en el estante del supermercado.

Pensemos por ejemplo antes de compartir la información de un tercero sobre algo de rabiosa actualidad (suponiéndola veraz), si podríamos mantener nuestra opinión dentro de un periodo de tiempo razonable (por ejemplo un año) con independencia de los hechos que vengan después y que a buen seguro la pondrán a prueba.

También si en una imaginaria ‘cata ciega’ de opinión, la mantendríamos o atacaríamos sin saber antes de qué organización económica, política o religiosa proviene.

O si  es suficiente para validarla que se sostenga una postura parecida en otro país, aunque sea el mismo al que recurrimos para invalidar otras cuando nos conviene.

Y finalmente si una persona concreta, o incluso un hecho que implique a muchas, son suficientes para invalidar una idea.


Fuente Wikipedia


“Las grandes mentes discuten ideas. Las mentes promedio discuten eventos. Las mentes pequeñas discuten personas” – Eleonor Roosevelt