domingo, 4 de noviembre de 2012

'Sentado ante mi futuro'

           Son muy pocos los momentos en que ocurre.
Ser consciente durante unos preciosos segundos de que estás generando unos recuerdos imborrables en el futuro, te aleja por unos instantes de ti mismo. No necesariamente son los más felices, pero siempre tienen algo diferente, que trasciende. Como si ya te estuvieras contemplando convertido en un espectador más de esa película que es  tu vida.
En aquellos años, los últimos de instituto, me ocurrió con frecuencia. Pertrechado con una pequeña cámara compacta de carrete, las tardes de los fines de semana, salía disparado con mi bici hacia un recorrido fijo por carreteras del trasvase que me llevaría a atravesar la autovía de Murcia a Cartagena,  por un puente que,  con la frecuencia de las visitas sería 'mi puente'.
Con la llegada de la primavera, y sus horas adicionales de sol, mis excursiones se harían diarias, pero disfrutaría especialmente aquellas escasas tardes nubladas, con ese brillo extraño que se produce poco antes de llover.
Esas tardes, aun a riesgo de mojarme, subiría al puente, bajaría de la bicicleta, y me sentaría un ratico en su acera a contemplar la visión de las dos calzadas paralelas de la autovía queriendo buscarse, fundirse sin éxito en el puerto de la Cadena.
Algunas veces haría fotos, otras me gustaría imaginar  la vida de los pasajeros  de aquel incesante tráfico, y todas sin excepción me preguntaría qué pintaba yo en todo aquello, qué sería de mí en un futuro próximo.
Eran tiempos de cambios, los años venideros serían difíciles, intensos, alegres, trágicos, tristes, cálidos; y aunque en aquellos momentos poco podía imaginar, los efectos de aquellos escasos ratos que allí arriba tuve, casi dos décadas más tarde, aún perdurarían en mi vida diaria.
Tras años de ausencia, cuando vuelvo de Murcia por la autovía alguna tarde extraña con nubes , aún me gusta levantar el ojo derecho por si me veo contemplándome en el puente, mi puente.






jueves, 1 de noviembre de 2012

'' Por un puñado de naranjas.''

             No hubo acuerdo.
            Escenificábamos un contexto imaginario en el cuál las naranjas eran un bien muy escaso y apreciado.
            Una multinacional farmacéutica necesitaba la última gran producción a nivel mundial para producir un nuevo y revolucionario medicamento. La apreciada fruta procedía de un país tropical, y cómo no, estaba en manos de un capo con el que había que negociar.
            Pero claro, esta gran empresa no era la única interesada, pues otra gran multinacional, pero esta vez de bebidas y alimentación, también las codiciaba para elaborar multitud de productos que podría vender a un precio astronómico.
            Con un divertido argumento similar a éste comenzaba la introducción del guión de una práctica en la que teníamos que demostrar nuestros avances al final de un curso de técnicas de negociación al que hace años tuve la oportunidad de asistir.
            Como os podréis imaginar se hicieron grupos y se repartieron diversos roles tanto de directivos de cada empresa, como del capo, de manera que cada uno en su guión tenía una parte común a todos y otra específica que usar en su estrategia.
            Supongo que fue por azar que me tocó ser un espectador impasible, primero en la preparación por separado de los grupos y posteriormente los vería imparcial enzarzarse en una infructuosa negociación totalmente previsible.
            Lo más triste de todo es que según pasaban los minutos veía a ambos equipos malgastar energías desplegando todo tipo de artimañas, triquiñuelas, embustes, cuando en realidad a nadie de la farmacéutica se le ocurrió admitir honradamente que sólo necesitaban la piel, ni a los de la alimentaria la pulpa.
            Y es que cualquiera que hubiera estado atento a los detalles al asistir a las reuniones preparatorias individuales hubiera predicho con éxito el fracaso anunciado. Pues aunque pueda parecer una obviedad, la inmensa mayoría de las veces ocurre lo más probable, bastando atender a los detalles con una cierta atención y capacidad de análisis para predecir con muy poco margen de error gran parte de los acontecimientos que ocurren en nuestra vida cotidiana a aquellos con los que nos relacionamos.
            Como en mi caso atiendo a los detalles y omisiones casi de manera inconsciente (en literatura y recursos humanos se habla de la ‘teoría del iceberg’), además de adivinar el final de las pelis que tanto me gustan, no me resulta difícil acertar mis pronósticos sobre la vida cotidiana  de mi entorno a veces hasta con meses de antelación, pero, como el moderador del juego, supongo que es mejor no intervenir ni interferir, pues en esencia y lo que de algún modo se enseñaba en aquellos cursos era que los demás ‘se salieran con la mía’, no siempre siendo conscientes de ello.
            Así que en principio voy caminando por la vida sin romper las reglas del juego, interviniendo lo mínimo, incluso cuando muy de cuando en cuando se cruzan en tu camino personas con esa intuición diferente, otra chispa. Y si mientras a la mayoría las conoces por lo que dicen o por lo que escriben, a éstas últimas te llegan por lo que callan o lo que no escriben.
            Recuerdo por ejemplo, con mucho cariño, a un gran amigo con quien tuve la suerte de trabajar durante sus últimos años antes de jubilarse, y nos comunicábamos por gestos durante la construcción de una obra de la que éramos responsables. A veces una mirada por encima de sus gafas me decía más que muchos planos. También me gusta decir que alguna mujer de mi familia es ‘un poco bruja’ por esa intuición de la que os hablo.

            Y  a esas sensibilidades compartidas recién llegadas  a tu vida muchas veces te gustaría guiñarles un ojo, sonreírles y decirles ‘Anda…..; que has tardado un poquito, vieja amiga.’
            Ya para acabar  seáis intuitivos o no, me gustaría recordaros que, en el cine, ante la duda nada como el ‘test del pato.’:
"Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato."
           
           En la vida no lo sé…