Mis escapadas de senderismo ya
sean por nuestro país o por otras naciones europeas, no sólo me suponen una
necesaria desconexión de la rutina. Al perderme por unos días para caminar por
espectaculares paisajes compartiendo experiencias con unos cada vez recién
conocidos compañeros de viaje, tengo la
extraña y a la vez emocionante sensación
de volver a comenzar.
A
pesar de siempre vivir momentos memorables durante esas jornadas de suelas
desgastadas, sudor, cerveza fría, y vida contemplativa, no exento de
incertidumbres previas, me gusta llevar un par de amuletos siempre conmigo. Son
como el mando de eyección de los aviones caza, pues pienso que si algo se
torciera, siempre me sacarán de cualquier apuro.
Nunca
los he usado para tal fin, por haber disfrutado intensamente cada uno de mis
viajes, pero será porque en mi rutina habitual dedico a la lectura mucho menos tiempo del que me
gustaría, que cada vez que marcho, leo con fruición, casi devoro, cada una de
las páginas de los libros que me llevo, ya sea en autobús, en las escalas entre
aeropuertos, o incluso tras las obligadas visitas nocturnas a los bares de los
lugares que visito.
Como
un elemento más a decidir en la planificación de mis viajes, tengo mis autores
y géneros preferidos para acompañarme. Entre ellos destaca últimamente Haruki
Murakami, el escritor japonés contemporáneo más reconocido a nivel
internacional. A punto de completar la lectura de la totalidad de su
bibliografía, disfruto comprando sus obras en bolsillo y reservándolas durante
meses para leerlas íntegramente en el transcurso de la próxima aventura.
Me
gustan particularmente sus obras porque sus protagonistas viven en mundos
interiores muy desarrollados, y como no podía ser de otra manera, a lo largo de
los años, e incluso décadas viven y sienten con gran intensidad amores apasionados,
enmarcados en un realismo mágico (a veces directamente género fantástico), en
los que no faltan multitud de alusiones a obras musicales de todos los géneros,
recetas orientales, y obras literarias.
Además,
en el particular universo del escritor japonés basta un pequeño detalle, un
guiño de la realidad, para llevar a los personajes a otros escenarios tremendamente parecidos, casi indistinguibles,
pero diferentes en esencia de aquellos en los que transcurren sus muchas veces
opresivas rutinas.
Intentando
entenderle, ya que muchas veces esos mundos viven en el interior de sus
personajes, me intereso cuando viajo en apreciar cada pequeño detalle de las
experiencias que vivo, tanto emocionales como sensoriales. De manera que ya no
se me hacen raras cosas como que el agua del grifo me sepa fenomenal, que los
horarios de algunos países varíen sensiblemente, o que los motivos de mis
desvelos, o mis ansias de más tiempo para mí y en definitiva, de vida, sean tremendamente
frecuentes entre aquellos con quienes
por unos días comparto atardeceres.
Y
tú… ¿Lees?¿Viajas?