Aún lejos de los cuarenta y me
estoy haciendo un batallitas insufrible, lo sé. No quiero ni pensar cómo voy a
ser de viejo si llego, pero es que me encanta daros la tabarra con los miles de
temas, aficiones o inquietudes que rondan mi cabeza, en fin….
Esta entrada la llevo en mente
hace semanas, sin un momento de sosiego para escribirla como a mí me gusta, o sea,
sin prisa, con fanta zero (mi genial profe de relatos dice que no es bueno
drogarse ni beber para escribir) y mi lista de favoritos de Spotify puesta.
Así que hoy quisiera compartir
con vosotros los mejores deberes que he tenido que hacer en los últimos años.
Concretamente hace un par de ellos, estudiando estrategia aplicada al mundo
empresarial me mandaron resumir las
ideas que prefiriera de un
fantástico documento que se llama ‘La lista de HBR Ideas innovadoras para
2006.’ Evidentemente la mayoría de ellas eran fundamentalmente relacionadas
sólo con el mundo de los negocios, pero otras, en mi opinión las más valiosas
también eran extrapolables a nuestra vida personal.
La primera
que me gustaría comentar es que según algún premio Nobel el rasgo personal más
valioso para el siglo XXI es la
capacidad de sintetizar (*). Aunque muchos sabéis que la información generada por
la acción humana crece exponencialmente, enfrascados en nuestras vidas diarias,
no somos realmente conscientes de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, y
sólo podemos sentir vértigo si nos informamos aunque sea un poco sobre el tema.
Para que os hagáis una idea, existen muy diversas estimaciones por la red, y a
modo de ejemplo algunas ilustran que si consideramos como base la cantidad de
información generada por la totalidad de la humanidad hasta 2003, en 2011 esa
cantidad se generaba….: ¡Cada dos días!
En definitiva, en el artículo se
cita como fundamental saber decidir adecuadamente los criterios bajo los cuales
se debe discriminar la información considerada esencial de la que será
descartada. Y en resumen, afirma que los
líderes serán aquellos que sepan sintetizar
percibiendo relaciones y anomalías que no siempre serán obvias, teniendo por
tanto mayor probabilidad de tener ideas y enfoques imaginativos e innovadores.
La segunda y última, se titulaba ‘Riesgo, incertidumbre y duda.’, y desarrollaba estos puntos
cruciales en la toma de decisiones, ordenados por dificultad creciente al abordarlos.
El riesgo,
explicaba el artículo, se refiere al
aspecto expresable en términos probabilísticos de la gestión de lo que desconocemos.
Se me ocurren infinidad de ejemplos en nuestra vida diaria, como pueden ser los
juegos de azar; a su vez, en el mundo empresarial hay departamentos enteros en grandes
bancos y multinacionales dedicadas a los aspectos calculables de análisis de
sus futuras inversiones.
La incertidumbre por el contrario, es sencillamente incalculable, y no hay base científica que
permita hacerlo, por lo que las relaciones causa-efecto son cada vez más
difíciles de descubrir. Actualmente vivimos en un entorno de creciente
incertidumbre, entre otras cosas porque el comportamiento de los agentes
económicos en un mundo cada vez más globalizado dista mucho de ser racional,
siendo predominantemente emocional. Sobre incertidumbre sobran los ejemplos,
pero pensad en los efectos en vuestras vidas de lo que hagáis mañana.
Finalmente, la duda también nos espera a la vuelta de la esquina y aparece cuando no existe ningún resultado adecuado, cuando inevitablemente
hay que escoger entre dos soluciones malas, o entre diversas opciones que aun
siendo buenas acarrean todas ellas desagradables efectos. A modo de ejemplo
muy ilustrativo imaginad a un padre aguantando a sus dos hijos en un precipicio
con ambos brazos, siendo consciente de que sólo tiene fuerza para salvar a uno.
A nivel global la duda está presente en el crecimiento sin control de internet,
en la modificación genética de los seres humanos o la tan vigente drástica
elección de los estados entre seguridad colectiva y libertad individual.
Y es que amigos, aun sin
planteárnoslo la mayoría de nosotros vivimos marcados en mayor o menor medida
por la aversión al riesgo y la incertidumbre. No me podréis negar que muchos
queremos por ejemplo practicar deportes de riesgo sin riesgo, siendo esto una
forma más de autoengaño. La duda, a su vez implica aceptar las diferencias
entre los valores en base a los cuales tomamos las decisiones. En este sentido, no tener claros nuestros valores en las decisiones trascendentes de nuestra vida nos aboca a un fracaso casi seguro.
Saber lidiar con todos, implica aceptar
las consecuencias de nuestras decisiones y, en definitiva, tomar las riendas de
nuestra vida.
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