jueves, 16 de agosto de 2012

'Los recortes del barbero.'

Con la reciente incorporación del término friki a la última revisión del Diccionario de la R.A.E. me puedo dar el gusto de usarlo para definirme correctamente como tal por ejemplo por, entre otras cosas, mi pasada afición de mi época de estudiante a repasar con mucha curiosidad los libros de texto ó colecciones de apuntes de las diferentes asignaturas nada más adquirirlos curso tras curso.
Ya en la universidad, uno de los que más me llamó la atención fueron los apuntes encuadernados de ‘Algebra Lineal.’ del profesor Mateos, fundamentalmente porque al tratarse de un libro de matemáticas pretendía encontrarme muchos números en  ejemplos o ejercicios, y la verdad es que haciendo memoria creo que no aparecerían hasta casi las lecciones finales del texto.
Y  como os podéis imaginar las clases siguieron la misma pauta, ante un grupo numeroso de ilusionados alumnos de primer curso, se presentaba  a las primeras horas de la tarde el ya mayor y muy delgado profesor perfectamente trajeado a explicarnos  de manera casi paternal, y con buen humor a la vez cosas como:
‘Hoy vamos a hablar acerca del concepto de relación, por ejemplo la relación ‘ser antepasado de’. Podemos afirmar que los antepasados de nuestros antepasados son también nuestros antepasados, a diferencia de lo que ocurre en otras relaciones como la de ‘ser hijo de’….’
Según fueron pasando las semanas y los meses, ya superado el desconcierto inicial, reconozco que mi afición por las matemáticas siguió intacta y hasta hoy me sigue gustando leer sobre su historia y la de sus grandes genios.
Uno de ellos, Kurt Gödel, apenas conocido fuera de su ámbito, es reconocido como uno de los pensadores más influyentes del s.XX tanto en el campo científico como filosófico, porque de alguna manera puso límites al conocimiento con sus teoremas de la incompletitud , que en esencia y de manera muy grosera (pido perdón a algún matemático que me pueda leer) demuestra que hay sistemas sobre los cuales al hacerse afirmaciones muy fuertes, aparecen aspectos que no pueden decidirse, de manera que nunca podernos tener la información completa sobre dichos sistemas.
Hay ejemplos sencillos para ilustrar la tremenda complejidad que ello entraña, siendo uno de los más célebres la paradoja del barbero (B. Russell), que se puede enunciar de esta forma:
‘En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos sólo afeitaran a aquellas personas que no pudieran hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:

-- En mi pueblo soy el único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!, ya que si lo hago, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto ¡no debería afeitarme! Pero, si por el contrario no me afeito, entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero yo soy el único barbero de allí!
El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió para siempre feliz’’.

Me resulta inevitable acordarme de esta historia estos días por la imagen mental del barbero que asocio a recortes, y a la vez a que la causa de los mismos es debida en gran parte a haber mantenido como verdades inmutables posturas políticas que probablemente deberían haber sido cuestionadas a tiempo.
Seguramente afirmaciones tan tajantes como que había que descentralizar en cualquier caso y lugar casi todas las competencias fundamentales del Estado, o que había que conceder o denegar ayudas y subvenciones haciendo tabla rasa, nos puede costar perder nuestra soberanía nacional como consecuencia inmediata de perder el control sobre nuestra política económica al ser intervenidos.
Discriminar casuísticas con independencia de las ideologías, exige en primer lugar mucho esfuerzo en la búsqueda de la equidad, valentía para adoptar las decisiones tomadas, y pedagogía para explicarlas…

¿Llegaremos a tiempo?
¿Tendremos el final feliz del barbero?
No perdamos la ilusión.
Un abrazo.
Santi.

2 comentarios:

  1. Esta entrada, junto con la de la bolsica de alcachofas, pasan a ser mis preferidas.
    Me encanta como partes de un lugar para llegar a otro inesperadamente, dando por el camino alguna valiosa reseña sin parecer pedante.

    Julius III

    ResponderEliminar
  2. Gracias Julius.

    Me alegra que te hayan gustado tanto la entrada como su hilo conductor.

    Con tu comentario me animas a seguir escribiendo.

    Saludos.

    Santi.

    ResponderEliminar