‘Oye chica que me he
puesto un mes a dieta de adjetivos y me está sentando fenomenal’
O
algo así nos dijo bromeando una conocida escritora en un taller literario de
fin de semana al que asistí la pasada primavera. Intentaba transmitirnos
importancia de ser muy comedidos con ellos en nuestros relatos.
La verdad es
que nunca me lo había planteado y además de atender a sus explicaciones intenté
documentarme por internet. No encontré grandes argumentos acerca de la cuestión
más allá de que con la reducción de adjetivos la narrativa gana en precisión, y
en definitiva, en calidad. Así, si el sentido de una frase no se altera sustancialmente
al suprimir alguno o la totalidad de ellos, mejor hacerlo.
Sin embargo, a
mi entender, este estilo de escritura más pulcro, de alguna manera exige mayor
esfuerzo tanto para el escritor como para el lector. El primero tendrá que, a través
de su mirada singular condensar su mensaje en sustantivos y verbos. Suprimir ‘triste’
por ejemplo de una frase, le supondrá tener que transmitir la tristeza a través
de los propios personajes y aquello que les ocurre. El lector a su vez tendrá
que leer (tal vez en más de una ocasión) e interpretar razonadamente el cuerpo del
mensaje, obteniendo como premio una opinión propia.
En definitiva,
creo entender que con la literatura ocurre como con otras tantas aficiones, en
las que se puede acceder a un mayor disfrute, pero que requieren dedicarles
tiempo y sosiego, estando ambas cosas en contraposición con la sociedad de
consumo rápido en la que nos ha tocado vivir.
Así que lo
mejor que se me ocurre para este 2016 que está a punto de comenzar, es desearos
que, aunque no seáis aficionados a la escritura, incluso en vuestra vida diaria, os pongáis también
dieta de adjetivos intentando no juzgar demasiado a los demás, y sobre todo,
que en caso de hacerlo, los juicios sean propios en vez de heredados de terceros.
Pero sobre
todo, que hagáis pocas cosas y con la calma que necesiten.
Os deseo un feliz
2016 cargado de éxitos personales y profesionales.
Un abrazo.
Santi.
Los buenos guisos siempre se han hecho a fuego lento. Un Abrazo Santi.
ResponderEliminarFélix.
Decía Vicente Huidobro, maravilloso poeta, que el adjetivo que no da vida, mata. Por ese motivo los mejores escritores de relatos solo utilizan el adjetivo cuando es necesario. La labor de las personas que escribimos, dependiendo del grado de perfeccionismo que tengamos, podemos optar por dejar cualquier cosa o ir hacia la pureza de líneas, como en la arquitectura. Escribir es una arquitectura de palabras bien ensambladas, a mi modo de ver. Creo que es un arte y como tal, no puede escribirse cualquier cosa. Bueno, supongo que mi grado de exigencia es muy alto. Lo prefiero así.
ResponderEliminarCrear emociones a través de los personajes o la atmósfera es complicado, pero hay que ir hacia ello. Para ello lectura y más lectura. El relato es un género difícil porque tiene que contar una historia breve en poco espacio. En el caso de mi taller, un solo folio.
¡Qué preciosa atmósfera crea Eloy Tizón en su fantástico Velocidad de los jardines o qué sensación tan deprimente de las relaciones de pareja en los relatos de Carver What we talk about whe we talk about love! Apenas hay adjetivos; por eso son grandes. El de Carver, mejor leerlo en inglés.
El tiempo y el sosiego en este mundo de locos es necesario para disfrutar de la vida con intensidad y hay que saber parar a tiempo. Occidente no mira a Oriente y estamos a años luz del conocimiento del ser humano. Yoga, mindfulness o todo aquello que nos permita encontrarnos con nosotros mismos y conectarnos con el otro.
Pocas cosas y con la calma que necesiten. No puedo estar más de acuerdo con eso.
Un abrazo desde Madrid.