domingo, 27 de septiembre de 2015

'Se vende Mi ilusión, nº 6.'




    Tras mi habitual lectura de la prensa dominical en el chiringuito regresaba para comer caminando a casa por la avenida del Marqués de Rozalejo, personaje histórico del que (todavía) no sé nada pero sobre el cual comienzo a sentir curiosidad. Tal como la podéis imaginar, se trata de la típica calle amplia de urbanización playera, en este caso perpendicular a la costa, con mediana central, palmeras a ambos lados y un carril bici que va pasando de uno a otro, del cual estoy muy agradecido por facilitar la experiencia de mimetizarme con la mayoría de extranjeros residentes cuando me desplazo sobre dos ruedas.


    Pero por mucho que me guste sentir el viento en la cara a la vez que pedaleo y me cambio de acera acompañando al carril bici, las cosas interesantes ocurren casi siempre a menor velocidad, concretamente a la de mis pies. Es entonces cuando se me aparecen detalles desconocidos en fachadas de colores y jardines de la multitud de dúplex y apartamentos diseñados en su momento sin ningún tipo de orden ni concierto con respecto a los preexistentes.


    No suele ser extraño encontrar cualquier tipo de cartelería con variopintos mensajes, multitud de nombres de villa descoloridos por el sol, e incluso alguna muestra de algo a caballo entre arte urbano, un espantapájaros contemporáneo, o (quién sabe) el pasatiempo de unos chavales que decidieron adornar su jardín con una vieja bici de paseo puesta del revés de la que colgaron adornos multicolores y alguna botella de agua sobre la  que se reflejan los mismos rayos de luz que hacen guiñar los ojos en las fachadas blancas.

   La casualidad hizo que a mitad de mi paseo acabara mi penúltimo sueño despierto delante de una vivienda de dos (quizás tres) plantas llamada 'Mi ilusión', y que al levantar la vista encontrara en la planta de arriba un cartel informando de su venta.

    No he podido evitar volver a casa pensando en el vendedor, los motivos por lo que quería desprenderse de su ilusión, si pudo dar allí al menos parte de los besos y abrazos con los que soñó, si disfrutó mucho (como yo) de los atardeceres del Mar Menor, o si tuvo con quien compartir una taza de café caliente alguna tarde de lluvia....


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