martes, 11 de septiembre de 2012

''Necesito ver atardeceres.''

Sostienen algunos no sin cierta suspicacia que, puestos a elegir entre un reloj convencional averiado y otro digital, es preferible el primero pues al menos marca correctamente la hora en dos ocasiones al cabo del día.
No puedo afirmar que en mi caso por esa razón llevo uno de los primeros con la pila agotada desde hace dos o tres meses, supongo más bien que en las últimas semanas de intenso trabajo apenas he sacado tiempo para cambiarla. Mi frenética actividad laboral de estos días se debe a la naturaleza de mi trabajo,  que debe atender a demandas punta muchas veces imprevisibles y en la mayoría de las ocasiones coinciden con vuestras vacaciones.
Mentiría si afirmara tajantemente que siempre lo llevo bien, pero cuando intento relajarme me gusta pensar que estos inconvenientes forman parte de una profesión que tanto me gusta, de la misma manera que lo hace el trabajo nocturno de la de los  panaderos.
Y es cuando vivo estas semanas recluido entre mis cálculos y mis planos cuando más reflexiono sobre nuestra percepción del paso del tiempo.
En este contexto, me vienen mucho a la mente las experiencias vividas hace unos años los pocos meses en los que tuve la suerte de formar parte del equipo técnico que construía un túnel, repartiendo mi jornada laboral entre tareas de diseño y planificación en mi despacho de las instalaciones provisionales, y las de supervisión dentro de la propia obra. No os extrañará mucho entonces el hecho de que no era nada difícil en las visitas regulares al túnel en construcción, sometido a iluminación, temperatura y humedad constantes, perder la noción del tiempo sin ser consciente de haber invertido horas en tareas pensadas para resolverse en minutos o comprobar con perplejidad que salías por la boca de túnel muy avanzada la noche habiendo entrado de día.
Supongo que la inmensa mayoría de vosotros no construye túneles, pero quizás estéis bastante más familiarizados con esa sensación al salir de unos conocidos grandes almacenes, en los que decidieron premeditadamente, una vez construidas sus fachadas (salvo la de la planta baja) sin ventanas al exterior, aclimatarnos a la ausencia de calor o frio, a una luz que no cesa, y en definitiva, privarnos de las estaciones, del día y de la noche.
Los que más me conocéis sabéis que soy un fiel defensor del esfuerzo como principal medio para lograr nuestros propósitos, y que para canalizarlo son adecuadas las rutinas, y en definitiva un orden en los horarios que rigen nuestra vida. No puedo negar que aunque a veces estresado y desbordado, soy un feliz hámster en mi rueda, pero la verdad es que necesito dejarla de lado unos días, comer cuando tenga hambre, dormir cuando tenga sueño, sentir el paso del tiempo, necesito…
Necesito ver atardeceres.

6 comentarios:

  1. Cae la tarde y anochece,
    arde el viento,
    y en los arboles,
    abanico de ramas en movimiento.

    Saludos. Félix,

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    1. Precioso poema, amigo.
      Como siempre, gracias por leerme.
      Saludos.

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  2. Necesitas ver atardecer, para resurgir con un nuevo amanecer.
    Joder!!!! Santi, me gusta. No dejes de escribir.

    Jackson

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  3. Bonitas palabras, Jackson.
    Muchas gracias.
    Santi.

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  4. Respuestas
    1. Gracias Pepico:
      En mi afán por la mejora contínua, te invito a que hagas click en alguno de los cuatro cuadradicos de evaluación al final de cada entrada que acabo de incorporar al blog... ;)

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