domingo, 24 de junio de 2012

'Duplicando golosinas.'

- Oye… ¿Tú le darías clase de mates a mi primo?
- ¿Y por qué no le enseñas tú?
- A ver, tiene doce años, y aunque es bastante inteligente, le cuesta sentarse y atender, así que no creo que me haga mucho caso.
Tras cinco años de carrera juntos, y sabiendo de mi afición por la docencia no le costó mucho convencerme, con esta conversación bajita en el aula cuando aún conservaba el oído.
Lo único que no terminaba de convencerme era la posibilidad de que me llevara más tiempo de lo planificado, pues ya en aquella época vivía una agenda semanal interminable entre clases, laboratorios, la biblioteca del colegio mayor, sus tertulias, ir algún ratico al gimnasio, a clases de inglés, y si acaso tomar alguna cervecita….
Y  la verdad es que las clases fueron según lo esperado, pues su duración fue la prevista y mi alumno enseguida mejoró sus notas, aunque lo que no calculé antes de decir que sí era lo que tardaría en llegar a su casa, que supondría  entre los tramos a pie, en bus y en metro …: Una hora!!
            Tras la sorpresa inicial y una vez asumido que con mi palabra dada tardaría al menos tres horas  cada tarde que fuera a enseñarle mates durante sólo una, los meses siguientes me dedicaría a relajarme y disfrutar del trayecto como un madrileño más.
O sea, leyendo en el metro, no sólo en el vagón sino también a la vez que caminaba en los largos trasbordos, complementando en ese caso dicha actividad con la de esquivar viajeros con maleta, intentar no pisar violinistas (algunos virtuosos por cierto) e incluso aprenderme los giros de pasillo de memoria sin dejar de leer…
Supongo que debí de leer varios, pero de aquella época recuerdo especialmente ‘Inteligencia emocional.’ , en el que tras unos primeros capítulos un poco áridos de  bases neurológicas, aprendí acerca de asertividad con ejemplos claros como el del ‘pelo en el filete.’ ,o dicho de otra manera: actuar con un término medio saludable entre la pasividad y la agresividad.
También recuerdo especialmente el ejemplo del test de las golosinas: en el que se dejaba a solas en una habitación a un niño con una golosina con la promesa de que si no se la comía, le darían dos al acabar la prueba, o dicho de otra manera: hablaba de la gratificación aplazada y de lo inconveniente a veces de carecer de la capacidad de autocontrol frente a una gratificación instantánea que en muchos casos, a largo plazo se alejaría de lo óptimo….
Y a ti ¿te darían dos?

Saludos.
Santi.



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