viernes, 9 de diciembre de 2011

'Recetas, recuerdos y trenes que que se perdieron.'

Le encanta gruñir por todo y de todos como seña de identidad.
Hace tiempo que frecuento su pequeño local.
No se puede decir que a diario, pero es rara la semana que no aparezco a tomar el primer café de la mañana, o alguna tapa rápida a unas horas más próximas a las de merienda que a las de la comida cuando las fechas de la entrega de alguna presentación de proyecto me apremian.
Esta forma de ser tan suya, me genera cierta simpatía, pues pienso que en general los gruñones y antipáticos, a peor no van a ir y en su mayoría son gente con buen fondo de armario moral.
En cualquier caso, sumando a mi timidez galopante muy pocas ganas de polemizar, la verdad es que apenas intercambio palabras con él, y una vez allí (suelo ir solo) me dedico al periódico o a hacer como que miro la tele.
Por todo ello cuando me dijo aquel día estando los dos solos que aquella tapa que me ofrecía para comer le gustaba mucho a un ser querido que ya no estaba, no pude articular palabra.
-- o –
Aunque acabábamos de comenzar las clases particulares de inglés y apenas nos conocíamos, no había motivo para no ir caminando juntos hasta el metro, pues íbamos a tomar la misma línea.
Aquella chica tenía mi edad, y era universitaria como yo en aquella época.
Hace ahora una década y no recuerdo cómo empezó la conversación, pero sería informal hasta llegar a la parada de metro, se iría haciendo más íntima al bajar las diferentes escaleras mecánicas, y para cuando nos sentáramos a esperar el tren en un banco de la estación, sus ojos se tornarían vidriosos y no podría hablar sin dejar de emocionarse.
Me estuvo contando sus difíciles circunstancias familiares y personales hasta que se serenó. Me imagino que además de escucharla, lo que le pudiera decir le sirvió de alivio.
No recuerdo cuantos trenes pasaron delante nuestro …
-- o –

Aquel fin de semana en el máster se impartía el módulo de ‘Inteligencia emocional.’.
Recuerdo haber leído embelesado el libro del mismo nombre en mi época de estudiante. Con él desarrollé incluso la típica habilidad madrileña de caminar leyendo en los trasbordos de las diferentes paradas de metro.
Como en cualquier otro, es posible que este módulo no nos importara a todos por igual…
El profesor, un importante ex-directivo jubilado agitaba conciencias deliberadamente con preguntas  políticamente incorrectas, haciendo de la ironía una herramienta pedagógica más.
En un momento de la clase pregunta:
- ¿Alguien tiene alguna habilidad, algo que haga bien?
- Sí. (risas).
- Y además.. ¿Nos la podrías decir?
- Ah, sí. Genero confianza.
- Mmmm Bueno.


4 comentarios:

  1. Santi, una vez mas me encanta leer tus palabras.... xq no nos amplias la historia de la chica del tren?

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  2. Igual q a violeta me encanta como escribes, sigues siendo el orgullo del pueblo como diria jose angel, jeje

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  3. Gracias a los dos. Me alegra que os haya gustado

    Lila: me temo que no es posible porque la historia es ésa. Podría enriquecer detalles pero no alterarían el sentido de la historia, y si he conseguido que juegues con tu imaginación para completar los que faltan era justo lo que prentendía.

    Fran: con cariño te digo que me llevas chinchando con la misma broma entre quince y veinte años, así que no me cabía duda de que eras tú.

    Saludos amiguetes ;).

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