jueves, 1 de noviembre de 2012

'' Por un puñado de naranjas.''

             No hubo acuerdo.
            Escenificábamos un contexto imaginario en el cuál las naranjas eran un bien muy escaso y apreciado.
            Una multinacional farmacéutica necesitaba la última gran producción a nivel mundial para producir un nuevo y revolucionario medicamento. La apreciada fruta procedía de un país tropical, y cómo no, estaba en manos de un capo con el que había que negociar.
            Pero claro, esta gran empresa no era la única interesada, pues otra gran multinacional, pero esta vez de bebidas y alimentación, también las codiciaba para elaborar multitud de productos que podría vender a un precio astronómico.
            Con un divertido argumento similar a éste comenzaba la introducción del guión de una práctica en la que teníamos que demostrar nuestros avances al final de un curso de técnicas de negociación al que hace años tuve la oportunidad de asistir.
            Como os podréis imaginar se hicieron grupos y se repartieron diversos roles tanto de directivos de cada empresa, como del capo, de manera que cada uno en su guión tenía una parte común a todos y otra específica que usar en su estrategia.
            Supongo que fue por azar que me tocó ser un espectador impasible, primero en la preparación por separado de los grupos y posteriormente los vería imparcial enzarzarse en una infructuosa negociación totalmente previsible.
            Lo más triste de todo es que según pasaban los minutos veía a ambos equipos malgastar energías desplegando todo tipo de artimañas, triquiñuelas, embustes, cuando en realidad a nadie de la farmacéutica se le ocurrió admitir honradamente que sólo necesitaban la piel, ni a los de la alimentaria la pulpa.
            Y es que cualquiera que hubiera estado atento a los detalles al asistir a las reuniones preparatorias individuales hubiera predicho con éxito el fracaso anunciado. Pues aunque pueda parecer una obviedad, la inmensa mayoría de las veces ocurre lo más probable, bastando atender a los detalles con una cierta atención y capacidad de análisis para predecir con muy poco margen de error gran parte de los acontecimientos que ocurren en nuestra vida cotidiana a aquellos con los que nos relacionamos.
            Como en mi caso atiendo a los detalles y omisiones casi de manera inconsciente (en literatura y recursos humanos se habla de la ‘teoría del iceberg’), además de adivinar el final de las pelis que tanto me gustan, no me resulta difícil acertar mis pronósticos sobre la vida cotidiana  de mi entorno a veces hasta con meses de antelación, pero, como el moderador del juego, supongo que es mejor no intervenir ni interferir, pues en esencia y lo que de algún modo se enseñaba en aquellos cursos era que los demás ‘se salieran con la mía’, no siempre siendo conscientes de ello.
            Así que en principio voy caminando por la vida sin romper las reglas del juego, interviniendo lo mínimo, incluso cuando muy de cuando en cuando se cruzan en tu camino personas con esa intuición diferente, otra chispa. Y si mientras a la mayoría las conoces por lo que dicen o por lo que escriben, a éstas últimas te llegan por lo que callan o lo que no escriben.
            Recuerdo por ejemplo, con mucho cariño, a un gran amigo con quien tuve la suerte de trabajar durante sus últimos años antes de jubilarse, y nos comunicábamos por gestos durante la construcción de una obra de la que éramos responsables. A veces una mirada por encima de sus gafas me decía más que muchos planos. También me gusta decir que alguna mujer de mi familia es ‘un poco bruja’ por esa intuición de la que os hablo.

            Y  a esas sensibilidades compartidas recién llegadas  a tu vida muchas veces te gustaría guiñarles un ojo, sonreírles y decirles ‘Anda…..; que has tardado un poquito, vieja amiga.’
            Ya para acabar  seáis intuitivos o no, me gustaría recordaros que, en el cine, ante la duda nada como el ‘test del pato.’:
"Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato."
           
           En la vida no lo sé…



           


2 comentarios:

  1. Qué interesante lo que comentas. Las personas intuitivas necesitan muy especialmente conexiones nuevas. Es irremediable. A veces se aburren. Incluso, muchas veces. Pero no está todo dado, afortunadamente, siempre hay sorpresas impredecibles. Incluso pueden aparecer personas algo más brujas que uno mismo aportando algo nuevo ;)

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  2. Gracias Cynthia.

    Aunque nos vistamos por las mañanas, caminemos erguidos y seamos capaces de planificar nuestro futuro, no dejamos de ser unos mamíferos pelones que gustan del calor y del afecto de una manada en la que nos sintamos integrados.

    Claro que todo no está dado, pues afortunadamente cuando pasamos de espectadores a actores la cosa cambia, y lo que parecían certezas se vuelven intuiciones algo más tenues por el peso de lo subjetivo.

    Dicen que los filósofos se parecen a los niños en que no han perdido la capacidad de sorprenderse.

    Sería bonito pensar que siempre nos quedará un poquico de ambos. ;)

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